SOBRE LA MARCHA: Siempre nos quedará la duda como al resto París

Todo parecía estar aclarado entre los dos. No más agresiones verbales. No más malos entendidos. No más disputas que solo conducían a errores fatales. Las aguas volvían a su cauce que, entre otras cosas, a lo mejor nunca deberían de haber salido de él... Cuando había en casa una palabra más alta que la otra rápidamente el abuelo dando un golpe en uno de los brazos de su sillón espetaba: las convulsiones solo son buenas cuando se pueden compartir en otra posición que no sea de pié. Echaba una sonrisa picarona y se medio adormilaba como tratando de recuperarse del tremendo esfuerzo. Estaba en todo aunque no lo pareciera. Daba la sensación de estar a veces como cualquiera de los muebles que había en el salón, que era su sitio, donde estaba siempre. Supongo que los horarios malditos a los que me sumía la escuela y los extra escolares, no eran del todo compatibles con el desarrollo normalizado de una casa. Nunca le vi fuera de su sillón y por ende del salón. Sentado en su sillón de orejas que a mí me parecía muy cómodo tal vez porque cuando llegaba a casa siempre le veía recostado sobre una de ellas, echándose una cabeza de segundos, como decía él, pero que se prolongaban en el tiempo mucho más del que era consciente. Yo entraba como un torbellino gritando, Abuelo ya estoy aquí, tiraba la cartera y trataba de besarle en la mejilla huesuda pero casi siempre el beso iba al aire aunque estoy seguro que él lo recogía décimas de segundo después y lo guardaba entre las profundas arrugas de su piel. Pero cuando conseguía dárselo hacía daño chocando con ese montón de huesos envueltos en piel rugosa. A veces balbuceaba un nombre que creí entender pero que no quiero decir por guardar la memoria de la mujer con la que soñaba. De lo que sí estoy seguro es que no era el nombre de la abuela porque era demasiado complicado decir en un solo suspiro. No, era otra persona. Era otra mujer. Y mi fantasía y mis ganas de hallar cualquier tesoro oculto de la familia me excitaba sobre manera. Me imaginaba al abuelo, con lo que era, teniendo un escarceo amoroso y ahí empezaba a desarrollarse mi inventiva: morena como la abuela o rubia…pues rubia y con los ojos claros como la abuela u oscuros y rasgados…estos últimos o sería una morena de ojos claros ¿pelirroja? No, no creo y así me iba construyendo el personaje seguramente quimérico del, bueno ahora se dice rollito, que en sus tiempos se llamaría amante o querida. Horas de siestas caniculares con las ventanas y las puertas abiertas para conseguir un leve soplo de aire, una levedad suficiente para respirar, para hacer frente a las horas siguientes…Y dónde se habrán conocido, en un bar no lo creo y por qué no. Era amiga de la abuela de cuando era pequeña y coincidieron comprando en Galerías Preciados, o en el trabajo del abuelo que dicen que en esos sitios se fraguan muchas parejas, o en uno de los viajes que se pegaban por el extranjero los abuelos por aquél entonces y que a escondidas se lo hacía con la camarera del hotel en un despiste de la abuela. Más joven que él, o no. Y de qué hablaban cuando estaban solos, o no hablaban de nada porque casi no les daba tiempo, bueno, depende en qué situaciones estuvieran de las que pienso. Lo mismo la abuela se iba a dar un paseo o a comprar cualquier cosa o vete tú a saber y aprovechaban el momento. Siempre se encuentran motivos y lugares donde quedar con alguna persona. A veces me quedaba tan inmóvil en la cama con ese pensamiento que el cuerpo, de tanta inmovilidad, acababa profundamente dormido, porque yo no y que, para mí como un suspiro, se hacía la hora de la merienda. Y qué pensar de la abuela si era ella la que mantenía una relación sentimental con alguien... con alguien que le hubiera proporcionado el complemento de felicidad que siempre nos falta. Bueno ya no pensaba tanto en las características del personaje que andaba buscando, moreno o cano, alto, facciones duras, mayor pero sin parecerlo. o rubio, bajito y con bigote. En fin como digo toda una suerte de posibilidades que solo me servían para alimentar la fantasía en las aburridas, por obligatorias, horas de las siestas...

Comentarios

  1. Yo en la hora de la siesta me dedicaba a soñar qué sería de mayor...nada mas lejos de la realidad.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario