SOBRE LA MARCHA: El collar de Sandra

El asfalto se llenó de bolitas que saltaban como si les hubieran dado la condicional o como si de repente hubieran tomado vida propia y al mismo tiempo la decisión de liberarse del lugar que lo sostenía. Cayeron desde lo alto del cuello de Sandra salvando el volumen de su pecho que en ese mismo momento exhaló un grito de sorpresa y una risa nerviosa sin saber todavía qué había pasado. Pero sus manos automáticamente, en un acto reflejo, fueron a parar al resto del collar que no paraba de desmoronarse y que su reacción, aunque rápida, se había quedado prácticamente solo en el cordel. Todo lo demás había caído. No quedaba nada. La posibilidad de recoger aquel desastre se antojaba un tanto disparatada pero recordó que el collar era un regalo de Roberto y no quería perderlo. Por lo tanto, si no en su totalidad, si por lo menos en su inmensa mayoría trataría de perder lo menos posible. Luego al llegar a casa se pondría con paciencia a ensartar las piezas y combinarlas de tal manera que no volviera a recordar el incidente o por lo menos, de la mejor manera posible siguiendo sus instintos y el recuerdo de cómo iban colocadas. No tardó mucho pero la sensación era de dejar más bolas en el suelo de las que recogía y le entró una congoja que le hizo levantarse para coger aire. Una vez repuesta y cómo en un acto reflejo se volvió a agachar para terminar la faena. Quedó satisfecha al echar una ojeada y comprobar que al menos a simple vista, no había restos del collar. Pensó que no lo había hecho por orgullo, ni por recuperar algo de valor material. Seguramente el collar no había valido nada más que unos cuantos euros, pero se trataba del valor que había adquirido con el tiempo, con el cariño y los recuerdos que le proporcionaba cuando se lo ponía, que era además con bastante frecuencia. Un valor incalculable al cual no estaba dispuesta a renunciar. Caminó unos cuantos pasos y no pudo evitar la tentación de volver a echar una última ojeada por si aparecía la última pieza. Pensó que lo más seguro es que alguno habría quedado como testigo del daño y que al final nada quedaba igual después de un pequeño desastre, aunque no necesariamente peor. Como la vida misma...

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