SOBRE LA MARCHA: El azul ciego

Tenía fijación por ese personaje que parecía haber sido expulsado de un cuento fantástico. Un personaje sucio, feo, maloliente, desdentado, descuidado y con una mancha blanquecina sobre sus hombros. La chaqueta que llevaba muy bien pudiera hacer varios años que no se la quitaba. Arrastraba los pies como si le hubieran castigado a llevarse todo lo que hubiera a su paso. Se le quedaban pegados todos los trozos de papel, desde el minúsculo al más grande y cualquiera de los líquidos que llegara a pisar empapaban esos papeles haciéndose una argamasa dura… y chicles, todos. Chicles que a veces mejoraban las punteras de los zapatos porque los pegaba, por llamar zapato a la cosa que llevaba para no ir descalzo. Nadie podía imaginar cómo podía tener los calcetines, seguro que corrompidos con agujeros, eso como poco, pero surgía la duda de si los llevaba y cuando se descuidaba que era siempre se le veían desnudos los tobillos aunque tímidamente asomaban trozos de calcetín como si los zapatos tuvieran más hambre que su dueño y los hubiera engullido. Eran de un color indefinido. Todo parecía en él un personaje desplazado y sin posibilidad de reinserción. Mi fijación por aquél personaje no era consciente lo sé. Se había quedado pegado a mi cabeza como los chicles a sus zapatos. Me pasa de una manera habitual con cualquier persona por la que me sienta atraído que me seduzca por un gesto, una postura o sin motivo aparente, o con todos ellos, pero siempre como por embrujo. En aquella ocasión pasó al bajarme del convoy del metro y cruzarme con él. Miré al suelo que era allí donde estaba recostado en la pared. Me llamó poderosamente su atención que se me quedara mirando casi con la misma curiosidad que yo le estaba brindando. Fueron sus ojos de un azul tan intenso que casi parecía ciego. Había todo un mundo fascinante apresado en ellos. Como con ganas de salir de sus cuencas y mirarlo todo pero con la carencia de las palabras. En alguna ocasión me acerqué a él y le hice algún comentario pero nunca me volvió a mirar. Era como si yo hubiera desaparecido en el mismo momento que él cruzó su mirada con la mía. Nunca más conseguí que me hiciera el menor caso. Tal vez yo era para él uno de tantos muertos con los que se le cruzaban a diario por ese pasillo. Alguna vez le vi andar con todos los restos del suelo pegado a sus zapatos y la historia lleva directamente al principio. El siempre se había considerado un hombre más corriente que vulgar. Aunque la gente pudiera pensar lo contrario...

Comentarios

  1. A mi verlos, me produce mucha ternura porque no han tenido suerte en su vida de estar rodeados de buena gente.Cuca,

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