SOBRE LA MARCHA: Selección natural

Y la tierra volvió a temblar llevándose todo lo que a su antojo sobraba de ella. Y el mar embravecido y hambriento tragó gente y para saciarse devoró más vidas que nunca. Las crónicas decían, comentaban, hacían el relato de los hechos acaecidos en un día aciago. Alimentaban su sed de noticia contando los miles, las decenas de miles incluso, los más sensacionalistas hablaban de centenares de miles, como si todos hubiesen hecho el recuento, uno por uno, una y mil veces. Como si nadie se quisiera poner de acuerdo en el número de muertos y heridos. Siempre salía un número diferente. Ellos nunca se han querido poner de acuerdo, demasiado riesgo. Siempre han querido sacar ventaja sin temor a la mentira vulgar y zafia. Sin ruborizarse cuando son pillados como si fueran ladronzuelos de poca monta. La tierra, voraz, engulló todo lo que quiso. La tierra, cobarde, no se comió a cualquiera: seleccionó. Mató gente humilde como si fuera la consecuencia natural en su condición. Aldeas arrasadas. Pueblos casi inexistentes y ciudades solo desaparecidas en sus partes más deprimidas: donde menos duele. Ahora las grandes fortunas o las grandes empresas auspiciadas por papá estado se dedicarán en un arranque de generosidad a arrimar el hombro sacando pecho diciendo donar la más mínima parte de ellos para la reconstrucción. Y emplearán mano de obra barata y se harán fotos con sus nuevos edificios cuyo lema será “casi imposibles de derribar”, se venderán a bombo y platillo, aunque caerán por su pésima calidad con cualquier empujoncito y se volverán a llenar los bolsillos con el mal ajeno, como la torpe letanía en los labios desdentados de los ancianos, una y otra vez. Una y otra vez. Una y otra vez. Y todo suena a que la naturaleza, generosa, se pone de acuerdo con la opulencia. Todo dispuesto, todo acordado por las partes y ejecutado en breve plazo. Y su titular “De las ruinas de la ciudad se levantarán edificios para todos los necesitados” y su posterior comentario autocomplaciente y generoso siempre con la mirada pendiente en lo próximo, para seguir jugando al yo no he sido el que hace el desastre y sí ayudo a su reconstrucción: y una mierda. Mentiras ensayadas una y mil veces. Ahí quedó Lorca y Japón y Nueva Orleans y el volcán Nevado del Ruiz y unos cuantos más. Y los que vengan. Pero esto se olvidará y se seguirá edificando sin control, en lugares imposibles con casas ruinosas al poco tiempo de ser construidas. Es la historia de contra nosotros no puede nadie. Y cuando se cabrea la naturaleza siempre gana ella y siempre pierden los mismos. Una pena...

Comentarios

  1. Que ni siquiera la Naturaleza imparta justicia y esté a merced de las grandes fortunas, cuando son ellas las que destruyen la tierra en nombre del progreso y el bienestar para aumentar más su fortuna. Cuca.

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