DEL CUADERNO DE NOTAS: 9 de noviembre de 1989

Hoy tengo más tiempo por ser un hermoso día de fiesta. Son días que debo de considerar importantes para desarrollar mi, tara, o tarea, con la mayor dedicación pues tengo la tranquilidad que te da el disponer de tu tiempo. Dudo a veces, que tener mucho tiempo por delante sea lo más estimulante, aunque lo parezca. Y es que tal vez tener poco tiempo es más productivo debido a los estímulos exteriores y se aprovecha mucho más, que teniendo el día para ti solo. Que además lo debes de emplear forzosamente en escribir si no quieres volver a perder el tren y que vuelva a tardar en volver. Y los lagos se conviertan en mares. Es el tiempo en el que no se da un solo respiro, que parece que te está escrutando, que te persigue y que te hiere en cuanto puede. ¿Cuántos folios hubiera podido escribir si desde los doce años, fecha como ya he dicho en alguna ocasión decidí dar mis primeros pasos con unos poemas seguido durante algún tiempo de algunos otros, no demasiados porque nada he hecho en demasía, desde ahí hasta ahora mismo podrían haber sido miles de folios que se han convertido en unos cuantos cientos y si es que llegan. Es una tarea penosa y menos mal que nunca me ha perseguido la angustia de verme triunfante, solo el simple hecho de escribir por hacerme un bien, por alimentar mi propio ego, por aprender a saber quién eres y qué quieres, sería más que suficiente. Pero hay que echarle carácter o alguien que te empuje y eso sin pretender ir a ningún sitio fijo.
A fuerza de escribir se te van abriendo las ganas y no dejas de hacerlo ningún día o casi ninguno, excepto cuando lo del lago anterior. La verdad es que así debería de ser. Desde luego es el acto más libre y más solitario y eso que parece tirando a fácil, que todo se reduce a ponerte el tiempo necesario hasta que salga algo que te satisfaga. Aunque no sea siempre lo más redondo que tú hubieras querido. Ya vendrá la segunda parte, más tediosa como es la hora de pulirlo todo. De revisar una y otra vez hasta que te quedas con una que no necesariamente tiene que ser la mejor. De añadir o quedarte con lo que más te gusta, las menos veces, y eliminar lo que no te gusta, folios y folios enteros a la papelera. Cuando tenga la sabiduría suficiente para hacer entender a las personas que generosamente emplean su propio tiempo en mí, qué es exactamente eso de un hombre pegado a una pluma delante de una hoja de papel en blanco. Donde los cinco sentidos están al servicio de la imaginación...Es una maravilla poder escribir, por el gusto de exponer ideas, sentimientos, de lo que podría ser el día de mañana una novela o nada en absoluto: pero desarrollarte. Y qué decir de los vicios que dicen que todos los escritores tienen o se cogen: encender velas, escribir en folios verdes, o blancos con tinta verde, o ver a pie de página el número de folios escritos para ver si cunde, como estímulantes para no cejar en el empeño y un largo etcétera. Escritores consagrados o gente que se quiere dedicar a esto y que se te mete en las venas como una droga que causa dependencia y que cuanto más se tiene más se quiere. Pero es duro y toda la culpa es para el tiempo, nunca jamás se puede recuperar el tiempo perdido y el pasado solo es un recuerdo recuperable en el papel. Nos queda el presente y el futuro inmediato. Y como una secuencia repetida y cadenciosa el futuro se va haciendo presente y el presente se va haciendo pasado y solo nos queda esto, mucho pasado acumulado y pocos futuros por vivir. Y cuando se llega a la edad en que hay más pasado que futuro, uno debe irse lentamente con los suyos, sin ninguna tristeza, pues al final de los tiempos de cada uno, se han vivido también unos pocos de los demás y esa suma es en definitiva la grandeza y la riqueza de esta vida y además siempre se deja algo en alguien, alguna huella singular que te caracteriza sobre todas las demás personas. Y esa persona te recordará siempre. Y eso está pero que muy bien. Espero que seas tú la persona que me recuerde...

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