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Mostrando entradas de septiembre, 2010

SOBRE LA MARCHA: Y yo sin desayunar...

De la misma manera que Nadal coloca las botellas en el campo, el personaje coloca los tres bolígrafos, uno de cada color, en fila, sin perder ni la verticalidad y la horizontalidad. Siempre con su capuchón en la punta, los que descansan sobre la mesa y con el capuchón en la trasera el que trabaja. Este se ve profundamente atenazado por todos los dedos que quedan casi blancos, sin sangre, de lo que aprieta y esa fuerza se ve claramente reflejada en el papel que casi se ve taladrado. La tinta de cada bolígrafo demuestra que al interfecto le gusta más escribir en azul que en negro. Las notas tomadas en rojo, tienen más importancia, que las que van escritas en azul. Las que van escritas en negro tienen algo más de importancia que las escritas en azul pero bastante menos que las que lo hacen en rojo. Las notas en azul subrayadas en negro son menos importantes que las que se subrayan en rojo. Y así sucesivamente. Es decir y por deducción lógica la máxima expresión en cuanto a importancia es

SOBRE LA MARCHA: El cajón de los papeles perdidos

Se quedó atascada. Siempre, en su ya dilatada vida, le había pasado esto mismo. El ímpetu de unos días contrastaba con los siguientes de absoluta indolencia. No había larga continuidad. Nunca la hubo y eso fue su gran fracaso. Esa cabeza que estando al cien por cien podía dar mucho de sí, se quedaba como seca, como sin ideas, en cuanto se retorcía por lo más nimio. Siempre fui de la opinión que más que quedarse sin ideas conseguía, no sé cómo demonios lo hacía, aletargarlas en alguna parte de su cerebro y allí permanecían hasta el siguiente brote impetuoso, o lo que la familia creía que era lo aparentemente lúcido. Esas ideas tan brillantes salían de su letargo a borbotones y hacía sorprender a propios y extraños. Una y mil veces era lo mismo, durante muchos años de su dilatada vida. Obras inacabadas por sus lagunas, obras inabarcables por su desmesura, obras que dormían semanas o meses enteros el sueño de los justos en el cajón de sus papeles perdidos que era su cabeza. Se daba cuent