SOBRE LA MARCHA: A ritmo de sargento...

¡Marcando el paso! ¡Sobre el hombro armas! Gritos histéricos de personajes que solo servían para gritar. En el que su única meta consistía en humillar a personas que estaban muy por encima de ellos intelectualmente, pero que ellos tenían la razón de la fuerza...creo que nunca he hablado de la mili y tengo edad para hacerlo, muy de pasada, claro está, porque por ese mal trago pasé yo. Esa cosa que se hacía por cojones, porque había que servir a la patria y porque era obligatorio aunque tú no supieras bien qué era eso de la patria y los jueguecitos militares. Ni por qué ni para qué te mandaban allí cuando tú no querías ir, cuando odiabas todo lo referente a las armas. Allí íbamos todos, los listos y los tontos, aunque los más listos hacían las milicias universitarias...Allí estábamos los que no queríamos y los que todo aquello les parecía un mundo fantástico, ese tipo de personas que nunca habían salido de su entorno rural en algún sitio de lo más recóndito del país. Esa gente lo disfrutaba como nadie y se lo tomaban todo muy en serio, algunos aprovecharon para aprender a leer y a escribir: bien por ellos. Les daba la posibilidad de conocer gente, de hacer turismo aunque muchos de ellos no salieran luego del cuartel y se limitaran en el tiempo de paseo a consumir calimochos en la taberna, pero solo la posibilidad de estar durante un tiempo en otros sitios, les compensaba, aunque y posiblemente, llegaría a ser en muchos casos la única experiencia interesante de el resto de sus vidas, parecían pasárselo bien. Los otros, como yo, nos espantaba todo eso de formar, romper filas, izquierda derecha izquierda, aunque los más retrógrados decían uno, dos, uno, por no mentar esa parte del cuerpo. Pero había un sargento que cuando le tocaba darnos instrucción (nos instruían pero a base de bien) decía siempre dos, tres, dos, y a nadie chocaba y nadie decía nada era como lo natural en ese sargento y a mí me llamó la atención y estuve a punto de preguntárselo. Algún otro incauto antes lo hizo y no tuvo tanta suerte como yo que fui firmemente convencido de que no lo hiciera. Alguno ya sabía algo más que muchos...de todas las maneras se le conocía con el sobre nombre del sargento pistolas. Ahí es nada...No voy a caer en la tentación de ejercer de abuelo porreta contando batallitas, nunca me han gustado, siempre me han dado miedo las armas y cuando en las maniobras tenía que pegar tiros con el cetme a mí se me secaba la boca, se me cerraban los ojos, con lo cual no sabía bien adónde iba el tiro, las narices se me llenaban de olor a pólvora y los oídos me reventaban de las detonaciones de doscientos tíos tirados en el suelo pegando tiros a discreción sobre el enemigo que no era más que una diana. Se lo pasaban bastante bien haciendo que los demás tuviéramos que cumplir órdenes ¿Cumplir qué? ¿Por qué? Y no era lo peor que nos las diera un alto mando del ejército, que bueno parece que se justificaba por sí mismo, si no que cualquier personajillo con un grado mayor que tú en la escala del ejército, pero de los de la mili obligatoria, de los tuyos, de los que habían entrado como tú, se hubiera hecho con mando y tú no tuvieras más remedio que responder a sus órdenes mi...Por mi parte lo dejo aquí porque me parece que como escriba más pronto va a parecer lo que de ninguna manera es...so pena que os interese y queráis que siga...

Comentarios