SOBRE LA MARCHA: Lápices negros

Ya te lo digo yo. Mis recuerdos son humo a partir de la guerra. Me he preguntado cientos de veces a qué jugaba cuando niño, quienes eran mis amigos. Dónde estaba mi casa...todo son vagas ideas, vagas fotografías en negativo que pasan por mi cabeza confundiéndome. Llego solo a lo que pienso, no a lo que ha pasado, a lo que me cuentan otros, ni a cómo lo cuentan los historiadores. Solo llego a lo que pienso yo, a lo que viví muy niño, a las sensaciones que tuve y no voy más allá y veo en mis sueños o tal vez solo creo que es mi habitación y se me mezclan los colores. Pero lo que me ofrece la realidad son meras fotografías en blanco y negro que se van sucediendo con una cadencia tal que me lleva a no distinguir una habitación de otra, de un habitáculo a otro, sin orden, saltándose todas las regla del raciocinio y me cuesta saltar. Todo son escombros en mi cabeza. Todo se fue con la última bomba que dicen que cayó sobre Madrid y que fue a parar a nuestra casa y la destrozó como a todas las personas que estaban en ese momento en sus casas tratando de vivir lo que podían de espaldas a una realidad cruel. Y salió la casa derruida en la prensa. Nosotros, la familia, tuvimos mucha suerte porque no estábamos allí, nos fuimos a ver a la abuela, el destino es así y juega con la vida y por ende con las personas que estamos en ese espacio y en ese tiempo: viviendo y desde ese mismo momento veneramos ese instante, el día, y damos gracias cada uno, como su dios le da a entender y nos reunimos todos los que quedamos para pasar el día juntos: Ya hay muchos que faltan, cada vez más pero también entra savia nueva y eso es de alegrarse. La abuela instauró la tradición de no comer carne ese día por respeto a los vecinos que murieron y claro está aludiendo a la carne humana que se quemó en esa tragedia y cuyo asesino quedó subido a los altares durante muchos años...una pena hijos, una pena, la abuela era republicana, la abuela había luchado mucho en su vida como todas las abuelas en aquella época cuando no había apenas nada de nada. Cuando la vida era dura porque no había condiciones y nada de las comodidades actuales. La vida era dura, los inviernos eran crudos y no se tenían calefacciones que te calentaran tanto, ni aires acondicionados que te quitaran el sudor del cuerpo cuando venía el verano pegando duro....no, eran otras condiciones de vida, vida dura que no duradera, pero al fin y al cabo, vida.

Ya te lo digo yo. Mis recuerdos son humo cuando la guerra: durante la guerra y después de la guerra hasta nuestros días y es que no he podido olvidarme de nada o sencillamente con mi memoria tan selectiva he olvidado mucho malo y me he quedado con poquito bueno. Pero me duele, me sigue doliendo, qué hubiera sido de este país me he preguntado tantas veces, si le hubieran dejado caminar tranquilo con sus problemas, con la soluciones del momento pero sobre todo sin tener el drama que seguimos y seguiremos arrastrando durante muchos años y ya llevamos otros tantos. Yo no lo veré, yo ya no lo veré. Albergaba alguna esperanza con esto de la memoria histórica pero no. Va tan lento, si es que va, que me da hasta pereza aguantar para ver si consigo llegar a ver alguna solución...

Y por lo único que lloré fue por querer recuperar unos lápices negros que mi madre me había comprado un día antes en la tienda del barrio: era la tienda que había justo debajo de mi casa: murieron todos...

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