SOBRE LA MARCHA: Ahora el café me lo tomo en vaso...

Empiezo a escribir lo que se supone que puede ser una carta, porque necesito expresarme de algún modo y no se me ocurre otra forma. Te vi en el centro comercial y ya no pude dejar de seguirte y va para diez años sin que sepas quién soy. Te veo en todos los sitios, me voy cuando sé que has llegado y que difícilmente vas a volver a salir. En todos estos años sé cómo te mueves, hasta cómo respiras: muchas cosas de ti. Tantas cosas, que no me ha hecho falta estar más cerca de lo que he estado, sin que tu lo hayas percibido, compartiendo tu espacio en una casa o las sábanas en tu cama o sencillamente una cena o una comida en casa de tu madre, que aunque sigue aquí la pobre está muy mayor y está bastante desmejorada, perdona que te lo diga así de esta manera tan cruel. Yo que tú, me la llevaría a un pueblo lejos de este Madrid, lleno de ruidos y polución, a una casa de esas rurales que ahora están tan de moda.
No necesito llevarme más de lo que me he llevado sin que lo supieras, porque tengo tu esencia. Por supuesto a nadie se lo he dicho o mejor, nadie más lo sabe, excepto tu y yo. Incluso no puedo ni decir que esto queda entre nosotros, porque tampoco sería verdad. En definitiva solo lo sé yo y el papel en el que lo estoy escribiendo que no se bien qué haré con él si romperlo en mil pedazos cuando termine la carta o guardarlo en algún lugar estratégico de mi casa para que en un futuro alguien lo vea y sepa lo que pensé e incluso lo que pude sentir. Sí, la vida a veces nos trampea de tal manera que no es posible saber cómo sortearla sin herir a alguien o herirte a ti mismo...te vi en el centro comercial y ya no pude pasar sin seguir tus pasos, saber de ti, todo lo que pudiera y me sorprendí a mi mismo con la cantidad de información que iba recopilando, casi sin querer y como un drogadicto cada vez sentía la necesidad de tener más y más información, más y más datos y me sentía bien con cada novedad que aparecía como un periodista con el notición de su vida. Incluso llegué a ponerme un poco celoso por lo que veía que no me gustaba o porque no estaba de acuerdo con lo que veía, pero procuraba calmarme ya que no tenía ningún sentido cualquier otra cosa que hubiera intentado: tú ni tan siquiera sabías de mi existencia y aunque hubieras sabido que existía ni tan siquiera me hubieras prestado atención. Supongo que me tengo minusvalorado pero es así como pienso y todo lo demás sencillamente no es. Terminaré mi carta dando pelos y señales de todo lo que ha pasado en estos, lo he dicho ya, casi diez años. Más que carta estoy pensando que va para novela larga... Ahora te tengo de frente, estás sentada con las piernas cruzadas tomándote un café en un vaso de cristal no me parece que esté muy cargado, en una de tus cafeterías favoritas a la que se, como tantas cosas, que vienes casi todos los días y a la que yo también me he acostumbrado a venir. Es extraño que falles. Y es que tengo la sensación de estar adquiriendo las mismas rutinas y los mismos gustos que tú. No es raro ¿verdad? Ahora el café me lo tomo en vaso...

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