SOBRE LA MARCHA: Descascarillado

Vaya, como quien no quiere la cosa, anda siempre de un lado a otro pateándose el pueblo de lado a lado, silbando la misma tonada una y otra vez sin variaciones sin musicalidad. Se rebusca nervioso en los bolsillos haciendo sonar la calderilla que tiene y ese sonido parece tranquilizarle y entonces se da cuenta de que ese ritmo podía muy fácil acompañar a su silbido favorito y emprende con mucho ánimo la misma canción pero esta vez con acompañamiento de la percusión de las monedas chocando unas con otras y parece que le da un aire más alegre. Y además también siente que sus piernas se aceleran también a ritmo y se entusiasma de tal manera que acaba corriendo por las calles con el consiguiente riesgo de que tropiece, se caiga y se ponga a llorar con tal sentimiento que sobre coge a todo el que le escucha. Pero pronto se cansa y deja de correr y de silbar aunque no de mover las dichosas monedas. Eso parece aliviar sus nervios más que la música que sale de sus labios apretados y entonces empieza a saltar excitado por el sonido. No necesita darle a su música más color que los ruidos que salen de sus bolsillos. Cualquiera diría que es un entusiasta de los distintos sonidos. Desde que se le recuerda siempre se le ve de la misma manera, ni mejor ni peor, ni más avejentado ni por supuesto más joven. Solo son los pantalones los que pueden delatar la edad que tiene, porque todo la gente mayor recuerda cuándo los estrenó y que ya no se los quitó. En su primera puesta parecían grises claros pero ya no tenían color o eran de un color indefinido. Fue mala suerte que ese martillo de feria le cayera como una bomba en la cabeza y lo dejara fuera de este mundo durante tres largos meses de los cuales nunca iba a salir de la siguiente mañana según los partes médicos. Ellos, no eran muy optimistas y nadie en el pueblo hubiera dado un real por el muchacho. Fornido y guapo decían las viejas del lugar que le conocieron cuando casi les tentaba la falda para tocar algo más que enaguas y bragas de esparto. Bien parecido sí que parecía a pesar de su descompensada cabeza que le fue haciendo mella en todo el cuerpo. La gente le dice el descascarillado porque le descascarilló el cráneo el maldito martillo de feria. Pero a veces alguien que se ha quedado observando y escuchando lo que dice asegura que hila bastantes frases con sentido y que se le queda mirando, por ver, si hay algún síntoma de cordura, pero él se vuelve a los mirones les saca la lengua con descaro, se le pone cara de tonto, se mete las manos en los bolsillos y empieza a hacer sonar sus monedas fuertemente esbozando una sonrisa casi obscena con la lengua por fuera, pero la gente no se lo toma a mal dice que el pobre tiene esa cara...

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