DEL CUADERNO DE NOTAS

3 de Noviembre del 89
De momento y sin que a lo mejor sirva de precedente le estoy echando fuerza de voluntad al asunto y aquí estoy todos los días luchando, gozando, trabajando en el solitario oficio de escribir. Quiero escribir. No quiero dejar de hacerlo. Solo quiero trabajar en lo que yo considero como el trabajo más importante...Algo parecido debí pensar cuando contaba con quince años de edad y escribí un relato que me supuso la pérdida automática del curso y la expulsión voluntaria del colegio y de los estudios y me dedicaron al trabajo como la única alternativa a los estudios y como lo que era, como un castigo. Un castigo que recibí, gustoso, porque el colegio y su trajín de estudios y de salir tarde por las tardes y vuelta a casa a preparar las lecciones del día siguiente no me iba nada bien. No me dejaba margen para dedicarme a lo que para mí, en esos momentos de enfermo adolescente, donde te juegas el futuro sin saberlo, lo más importante que podía hacer era escribir. En fin los errores en la vida son duraderos y se pagan demasiado caros. El trabajo no era duro y sobre todo que no había que hacer nada una vez salías de él. El resto de la tarde libre hasta el día siguiente. Plena felicidad, algo de dinero en el bolsillo para tabaco y cañas y escribir todo lo que se me antojara hasta cansarme. La decisión de la primera novela o sacar el curso estaba tomada. Ahora lo sé: El tiempo limpia de impurezas el cerebro. Me equivoqué de mes o de año. Hubiera sacado el curso y me hubiera puesto a escribir lo que hubiera querido en las largas vacaciones de las que disfrutábamos todos los años sin excepción. Me dediqué en cuerpo y alma a sacar adelante aquella magnífica proeza de inventar una novela. En mi inconsciencia me lo pasé bien. Conforme la construía me iba interesando más. Estaba involucrado, volcado hacia esa idea. Me obsesioné. Las clases pasaban intentando construir los personajes o sacándolos de cualquier enredo. Sintiéndome manipulador de vidas, de sentimientos. Siendo el dueño y señor de los tiempos, de los lugares, de la acción, de su felicidad o de su mal destino o incluso de su muerte. A mí me iban a hablar de Dios, esos curas…La novela la terminé justo en el momento en el que recibía el bombardeo de suspensos nunca dados a ningún alumno. Todo un éxito...

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