DEL CUADERNO DE NOTAS

29 de octubre de 1.989 (Utilizado para el relato Blanco sobre negro)

Descolgando el teléfono con la vehemencia que le caracteriza como si fuera a darle a alguien con él en la cabeza, lo dejó caer al suelo no sin antes advertir que al otro lado del hilo no había nadie. Al cabo de cierto tiempo volvió a sonar y le dio miedo, había visto en muchas películas el comportamiento del asesino que se queda escuchando sin decir nada. El miedo se fue convirtiendo en terror en su cabeza atolondrada de tanta fantasía junta o de tanta farsa. Nadie podía llamar en un día como hoy. A nadie que le conociera se le hubiera ocurrido nunca molestarle en esas condiciones. Quién demonios sería el cretino que había combinado los números con la fortuna de tocarle a él. Sería sin duda algún error de dedo índice mal ordenado. Sí eso debía de ser cuando al cabo de unas pocas llamadas dejó el teléfono de sonar. Un suspiro de alivio salió de su cuerpo: el silencio dejado era una bendición. No obstante pensó, que la llamada mal hecha, debería de llevar un sobrecargo de dinero por la molestia creada y así todo el mundo tendría más cuidado al marcar. Parecía que empezaba a convertirse en la tónica general de su vida, ahora que se había desplazado tantos kilómetros de su lugar habitual de residencia, para relajar sus miembros y así facilitar el movimiento de su mente. Su obsesión era la búsqueda de la tranquilidad como el paso prioritario para poder trabajar en la novela. Debía de estar libre de toda carga psicológica para desarrollar el trabajo sin ninguna presión que le llevara a, por ejemplo, matar al bueno sin justificar la acción del asesino, que con poca ayuda quedaría libre de culpa en la primera vista del juicio. Y eso no podía ser. No era en absoluto tan fácil. Le gustaba mantener su cabeza en orden antes de ponerse a trabajar y el único modo efectivo que conocía era la relajación de su cuerpo para despejar la mente. Que el oficio de un escritor ni más ni menos es el escribir; que nada se consigue por las buenas; que nadie te regala nada y que el trabajo es lo que te puede afianzar para seguir adelante por este camino nada fácil como por otra parte parece que la gente lo ve. En este tiempo que corre parece que a todo el mundo le ha dado por escribir aunque sea cualquier cosa y que no parece tan importante la calidad como la cantidad. Todo el mundo se ha tomado al pie de la letra una de las tres cosas que no debes dejar de hacer antes de morir; escribir un libro.

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