SOBRE LA MARCHA: A ese le conocí yo

Canturreaba por los pasillos aún a sabiendas que a su tutor no le gustaba nada que ninguno de sus pupilos, como llamaba a todos sus niños, dieran que hablar. Diría que ni para bien, cuanto menos para mal. Prefería que los suyos pasasen desapercibidos por donde fueran. Y eso de ir chiflando como cualquier golfo de la calle le ponía enfermo. Consideraba que había echado muchas horas, siempre pensó que nunca demasiadas, en tratar de pulir a esos pequeños monstruos descerebrados que no habían salido casi del cascarón y que ahora, ya por fin en sus manos, no le gustaba desaprovechar la oportunidad de demostrarse a sí mismo que hubiera sido un maestro, un gran maestro y no lo que le tenían considerado en la congregación: un frailecillo del montón. ¡Menudos cabrones! Pensaba. Pero él había adquirido una confianza en sí mismo que le permitía no sentirse herido. Digamos que tenía el ego extremadamente subido o sencillamente iba a lo suyo. No podía compartir con nadie las ganas que tenía de acariciar a esos pequeños, de hacerles un revoltijo en el pelo y después pasarles un peine por sus cabellos tan jóvenes, tan fuertes, tan sucios, y que siempre llevaba en el bolsillo para esos menesteres. Y no paraba de jalearse...que todo chaval que hubiera tenido la suerte de caer en sus manos habría salido limpio de toda impureza, de todo vicio adquirido hasta ese mismo momento en la calle, pozo infeccioso del mal, donde lo hubiera. Ya lo creo que sí y su única satisfacción era que su Dios se lo reconociera, que los demás no lo hicieran, le traía completamente sin cuidado. Nada más lejos de su forma de ser. Sino al contrario él viendo las maneras, los modos, las posturas, la forma de dirigirse uno de los suyos a alguien, si era la correcta, se sentía orgulloso y solo ese sentimiento o esa sensación le llenaba tanto de felicidad que el resto le era superfluo le era del todo ajeno. Le traía sin cuidado. Así era nuestro tutor. Del que aprendió tanto aquel asesino en serie y todos los que le tuvimos...

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