SOBRE LA MARCHA: Acción - Reacción

Al final y después de tantas y tantas quejas por mi parte, han conseguido lo que querían: Hacerme chaleco cuando yo iba para jersey. Sí como lo oyen, no se rían ni pongan cara extraña. Además sé quien ha sido la causante de mi desdicha: Una camisa. La frívola y asquerosa camisa de un color rosa brillante que seguramente iba destinada a cubrir el torso de un marqués o de un conde o algo así porque si no, no me explico el alto grado de protección que tenía. Era su jactancia, su pavoneo su desmedida hacia los demás. Estoy convencido que ha sido ella la que me ha hundido en la miseria. Impertinente, soberbia y además chivata…Os cuento…La idea era que yo iba a ser un bonito jersey de algodón, me estaban confeccionando unas manos suaves y delicadas, pero cuando apareció la odiosa camisa, flamante ella, con su cuello bien pequeño y dos ojales diminutos para que cupieran en sus diminutos botones de terciopelo rosa un poco más oscuros. No, no tengo nada contra ese color pero al ponerla al lado de mi costurera se entretuvo en amargarme la existencia. Se reía de mí cuando me estaban haciendo. Ella se sentía un trapo especial, cuidado, limpio, hermosa puesta sobre la desmesura de un maniquí asexuado, sin brazos, que me pareció una mala premonición para mí y mis estúpidos deseos. Mirándome como con aires de suficiencia, como si yo fuera un espejo o su espejo. Utilizándome, unan vez colgado de una percha de alambre en un soporte metálico con prendas a mi alrededor pero bastante apartadas de mi lado. Ella, contoneándose, pavoneándose, irritándome hasta la extenuación, retándome con sus ojos irónicos y con la expresión del cuento espejito sucio y maloliente quién es la maravilla de entre todo este asqueroso montón de trapos Tal vez este jersey que hay ahí colgado y que más bien parece que se le ha ido el alma al cadáver que portaba. O yo, inigualable, brillante, pulcra, sublime, celestial…hasta que no pude contener mi ira y con mucho esfuerzo me alargué como pude hasta tocar al muñeco propinándole un colleja con la manga, suavemente pero lo suficiente, como para tirar el maniquí con tan mala o buena suerte que fue a parar a un cubo lleno de restos de comida de los empleados. Y así, en un momento, romper su sueño inmaculado. A continuación el encargado oyendo el ruido producido por la caída se llevó las manos a la cabeza, debería ser muy importante la jodida camisa porque después sin lógica humana aparente pareció encontrar la solución a tamaño desaguisado, quitándome las mangas y dejándome como un chaleco ridículo de algodón y condenándome a cubrir sin taparlo del todo a la camisa que consiguieron limpiarla y dejarla como nueva y que luciera aún más con mis mangas cortadas. Me quedé con la duda si nada tuvo que ver la caída de la camisa con los cortes de mis miembros, tal vez ya estaba pensado mucho antes, tal vez por esa razón estaba en ese perchero metálico con ropa más bien echada a perder y tal vez yo era una prenda de ese montón. Pero no me digan que mi desgracia no parece consecuencia de mi propia inconsciencia, o de una ira humana desbordada. Aunque es mejor pensar que así es la vida de amarga para quien cree que no se puede defender y se revuelca en su propia desgracia, tan mal visto, como el pavoneo absurdo de la camisa. He aprendido que las malas reacciones aunque vengan como consecuencia de una peor acción se cotizan más a la baja. Y además que el que nace con la flor en el culo le sale todo bien aunque intente lo contrario. ¡Ah! y viceversa…

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