SOBRE LA MARCHA: Por hablar cuando no se debe a quién no se debe

Correspondió a su intensa mirada con una gran sonrisa. Era la primera vez que una mujer le obsequiaba con una enorme gracia llena de pulidos dientes blancos y grandes. Nunca había sido fácil para él el sexo femenino y ahora a punto de cumplir los cuarenta y demasiados, como decía a todo aquél que le preguntaba su edad, sentía dentro de sí como que algo se estaba acabando y su preocupación era, que lo hacía a pasos agigantados. Era el momento de hacer el último esfuerzo para conseguir conquistar a una mujer, para que lo que le quedara de vida la pudiera compartir con alguien, y no como hasta ahora. Durante unos cuantos meses se dedicó a recopilar información, a leer libros de autoayuda y lo que él llamaba libros de experiencias ajenas: tardó en confesarlo y cuando se decidió, lo hizo a quien no debía. Lo de experiencias ajenas no era más que un eufemismo: libros de amor, novelas de amor, cantidad de acepciones para decir lo mismo, eso sí siempre o en su mayoría de grandes autoras. Siempre lo había considerado literatura de baja estofa dirigida a un tipo de lectoras típicas, como señoras mayores que tan solo les quedaba el recuerdo de sus pieles tersas y sus instintos juguetones y dispuestas para el amor a sus maridos en los personajes de las novelas o de mujeres desesperadas que nunca habían sentido tantos impulsos como ahora en su decadencia y que su insatisfacción quedaba cubierta con esos grandes amores a la postre tan cercana a sus ilusiones, o inclusive, a personas de baja o poca intelectualidad que para pasar sus ratos quedaban ausentes con cualquier cosa que les contaran en cualquiera de los libros y que con su dedo índice, iban pasando las líneas despaciosamente para no perderse y que con cierta frecuencia, debían hacerlo retroceder para volver a empezar cualquier frase que les hubiera resultado un poco más complicada de entender, como cualquier niño que empezara con su primera cartilla de lectura. Durante unos meses trabajó en su estudio leyendo todo lo referente al amor. Cómo enfrentarse a situaciones límites, como corresponder con cierta amabilidad y tacto. Aunque la caballerosidad ya no se estilara tampoco quería caer en ella abriendo y cerrando puertas a destajo, cediendo el paso a las damas, dejándoles el asiento, como se decía en uno de aquellos libros de ayuda. Pero leyendo en profundidad uno de los manuales que más interés despertaron en él, sacó muchas cosas que a priori no le parecieron disparates y que no solo entendió, si no que le pareció que podía llevarlo a la práctica sin mayores problemas, siempre y cuando se dieran las condiciones. No le parecieron que denigrara la condición de la mujer o a lo mejor no sabía precisar bien dónde estaba el límite de la vulgaridad o del machismo. El amigo tan curtido, tan presuntuoso, tan fantasmón, cuando se enteró de lo que estaba tramando le aconsejó que lo dejara pues eso le podía llevar a confusión. Que la vida era otra cosa. Que si las mujeres no todas eran iguales y que los hombres tampoco, que tal vez los instintos más básicos sí que podrían generalizarse, pero que poco más y a partir de ahí fue todo un alarde de fantasía llena de medallas por todas las conquistas que a lo largo de su vida había disfrutado, en fin lo de siempre y lo que precisamente menos necesitaba, eran las bravuconadas mentirosas del primer imbécil. Toda la culpa era suya por no saber tener la boca cerrada. De eso era precisamente de lo que había tratado de huir, para eso tenía en su haber no sé cuántas horas de lectura llenas de amores prohibidos, incestos, pasiones desatadas, y mucho morbo para apartar el aburrimiento de las parejas. Morbo desarrollado en la imaginación de la gente en lugares públicos al albur de cualquier mirada o su búsqueda en unos grandes almacenes a una hora punta de clientes. Pero vamos colega, que has perdido miserablemente tu tiempo leyendo payasadas de gente que seguramente ni sepa lo que es el temita, y hacía un típico gesto muy masculino. Tú lo que tienes que hacer es venirte una noche de juerga conmigo y verás lo que vas a aprender. Y se iba dándole un cogotazo, torciendo su boca y elevando sus ojos al cielo, como incrédulo de que hubiera gente con esos problemas a estas alturas del siglo veintiuno y que además tratara de solucionarlos como se lo había contado. Y se alejaba esbozando una sonrisa y gritando - hazme caso y tira toda esa mierda que yo te voy a enseñar todo lo que no sabes - con una chulería que ya hubiera querido para sí el mismísimo Bogart. Será posible que sea tan gilipollas de habérselo contado..Será posible que haya tanto patán suelto por el mundo…se preguntó una vez que asumió la humillación en su cada vez más desnuda nuca.

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