SOBRE LA MARCHA: A lo mejor, la secretaria (Serie Metro)


Coleta arriba: Están de moda. Gafas de ver, grandes, de pasta negra. Falda negra extrema. Piernas cruzadas, sentada recta muy recta bordeando el precipicio hacia el suelo sucio de tanto zapato viajero. Pies embutidos en botas de invierno claras, apoyándose con los dedos y dejando los talones enfundados al aire. Ella seria muy seria. Con los auriculares puestos y de vez en cuando acompañando el ritmo, golpeando el suelo con la bota que le queda. Ahora la alterna con la otra bota golpeando el aire. Muy rítmica: salsa, rock. Parece más bien una chica de bacalao en tiempo de ocio y de boleros en su franja laboral. Se asusta y da un respingo casi imperceptible para cualquiera pero no para mí que la observo desde que entró en el vagón. Eso sí muy discreto y muy correcto. Nada que pudiera alterar en lo más mínimo su intimidad. Se asusta y da un respingo como si en ese momento se diera cuenta de que los melódicos ruidos provienen de sus auriculares pinchados en su móvil. Despreocupada de lo ajeno, de miradas más o menos indiscretas. De la mía por su puesto, otras son las que la taladran. Muy segura  se la ve de lo suyo; de sí misma. En un gesto inesperado se zafa de su abrigo echando el pecho hacia adelante que parece hincharse. Se saca con parsimonia una manga, no con descuido sino consciente de cada movimiento, de cada músculo, de cada pequeño acto. Muy pendiente de sí misma, lo controla bien, como si se tratara de su habitación o de cualquiera otra que tuviera en su casa. Nada que ver con la discreción, nada que ver con la prudencia, nada que ver con el cuidado, con la exquisitez. Pero no resulta zafia. Está tranquila, certera, parece fría y calculadora. Cara seria, labios acarminados, uñas lacadas en el mismo color. Tonos fuertes y brillantes. Tonos duros. El tren se acerca a una estación y ella se levanta como presurosa, recogiendo todas las cosas que ha dejado amontonadas en el asiento vacío en su lado izquierdo. Asegura sus pies y levanta su cuerpo rectilíneo. Baja su falda elástica con las manos hasta donde puede, que no es mucho, cogiéndolo desde su vuelo y desaparece en la estación de los Nuevos Ministerios a pasos contundentes. Toda una lección de comportamiento. Ella digna, sabiéndose observada, la colecta moviéndose de un lado a otro acompasando los pies y a ritmo que marcan sus piernas, o la música que sigue escuchando...insultantemente ágil, insultantemente joven. El metro parece haberse vaciado. El muchacho no le ha quitado ojo, con la gorra bien calada, la visera cerca de las cejas y esos negros ojos que para poder mirar tienen que esperar a que el cuello gire o se eche todo lo posible hacia atrás forzando inevitablemente a bajar esos ojos que solo quieren mirar por mirar. Vaqueros anchos y culibajos, jersey beige con capucha y zapatillas deportivas marrones. Imberbe, ojos muy negros y brillantes, piel aceitunada. Modales de adolescente desubicado. Todo un ejercicio cultural para mí....todo un estallido de color para mis sentidos. Y me pregunto, qué pensarán...

Comentarios

  1. Que maravilla abrir tu blog y regalarnos este desfile de sensualidad , de vida , de capacidad para sentir y hacer sentir ....... Las personas no te son indiferentes y las desnudas en toda su realidad (por dentro y por fuera ) .Tienes mucho talento y por ello un don . Lo leeré varias veces para seguir disfrutando .
    Estoy segura que serías alucinante describiendo una escena de amor un poco erótica , pero no quiero dar ideas al escritor ya que sólo soy una modesat admiradora tuya .

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