SOBRE LA MARCHA: El fúlbol

Éramos cuatro en la clase. Diego, Arturo, Sebastián y yo. Éramos cuatro en la clase en ese momento porque casi llegábamos a la cuarentena cuando estábamos todos los alumnos. Pero en esa tarde de jueves estábamos los cuatro compañeros de, castigos permanentes y amigos de trastadas perpetuas. Como es de suponer ninguno tenía muchas ganas de estudiar. Aprendíamos lo justo como para mantenernos, que era poco más o menos la misma situación que le había oído yo a mi madre decir mil veces cuando hablaba de la comida que necesitaba ella para vivir. Aunque, cómo no, era una exagerada para los demás. para ella todos estábamos en el momento de pegar el estirón. Hasta mi padre. Pero él decía riéndose y si se le ponía a tiro con un pellizco en el culo de mi madre, que a su vez le ponía una cara y le daba un manotazo de pocos amigos, que el estirón se lo iba a dar él en la cama. Hacía una pausa, le guiñaba un ojo y terminaba, con una buena siesta. Mi madre le fulminaba con la mirada y nosotros no entendíamos que había de malo en lo que decía mi padre con lo de ir a echarse la siesta. Éramos los cuatro de siempre. "No los separaron de pequeños cuando se podía, y ahora claro es lo que pasa", decía la boca más atrevida del vecindario y aseveraban otras tantas bocas de vecinos metomentodos. Y lo mismo también lo habían insinuado algunos padres en el cole, ya cuando no levantábamos unos palmos del suelo. Y ahora ya era difícil por no decir imposible porque amenazábamos con hacer pellas y no pisar el centro nunca. "No deja de ser fanfarronadas de adolescentes" decían algunos otros padres y algún que otro profesor jovencito que traía ideas renovadas o revolucionarias como decían los más mayores.
En la televisión echaban un partido de fútbol de esos importantes. De los que son capaces de parar un país como decían los que no les gustaba el futbol, que los había. Y eran esos pedazo de profesores sin corazón y sin sentimientos, los que utilizaban esas horas para castigar a los que perdíamos el culo por jugar a futbol en cuanto nos daban un minuto libre. Pero ellos para hacer daño, porque lo sabían, nos castigaban a la mínima, con la asistencia obligatoria a la clase de estudio, perdonándoles esas dos horas de gozo, a los pelotas y listillos que todo lo sabían y que les importaba una mierda el futbol.
¿Y los padres?, aquellos que cuando eran ellos bien pequeños se reunían en el parque al lado del cole, para dar patadas a todo lo que pudiera darse, parecían seguir reuniéndose en el mismo sitio ya con sus hijos para elaborar una estrategia contra nosotros, porque todos decían lo mismo y todos a favor de los profesores, o eso nos parecía en aquel momento en que esos castigos tan duros nos hacían retorcernos de mucha rabia y mucha ira y que por esa razón, nuestra imaginación volara mucho más allá de una pantalla de televisión. con los ojos fijos en el libro pero pendientes del grito eufórico de gol que se oiría sin duda en el cole. El aula estaba vacía tan solo éramos cuatro, los mismos de siempre y teníamos cara de idiotas que dicho con la lengua fuera sonaba a idiotas perdidos..

Comentarios

  1. Si , otra vez lo has hecho . Escabullirte del presente y saltar al pasado narrando hechos cotidianos con una claridad pasmosa . Como si fueran hechos de ayer mismo , acaecidos entre tus compañeros y amigos de colegio .
    Yo me pregunto : el lector percibe lo que escribes como una experiencia personal tuya que afloras con tu pluma para disfrute de los que te leemos pero , y va la pregunta , ¿ Sería posible que no hubieras vivido lo que cuentas e hicieras la magia de que , siendo todo ficticio , la asumiéramos como real ? Osea hacer posible y real algo por el hecho de poderlo imaginar .Un espectáculo para el lector .
    Bravo.

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