SOBRE LA MARCHA: El disolvente

Acomodándose en su sofá, con la respiración aún descontrolada, el mando de la tele pulsado con el dedo gordo dejando pasar los programas rápidamente, sin pensar en los porrazos que ha tenido que repartir para que se fueran de una puta vez. Para que se disolvieran y dejaran de dar por saco. Nunca había tenido que disolver una manifestación de mujeres ¡joder! pero la técnica había sido la misma. Todo se aplicaba como decía el reglamento con independencia de quién fuera el receptor. Palabra que empleaba con cierta frecuencia porque le hacía cierta gracia por su semejanza a la palabra que utilizaba su abuela cuando se refería a la radio. Igual algún compañero suyo pensó como él, que todo iba a ser de distinta manera. Un poco más chillonas, eso sí, pero con el casco no se oye demasiado los gritos. Por lo demás exactamente igual. En plena contienda a cada golpe deseaba que se fueran a su casa cuanto antes y que dejaran de gritar y de armar la algarabía que tanto le importunaba y que era la consecuencia de que la cabeza se le cargara tanto que ya no pensaba en lo que hacía. Cuando la presión del cráneo era tan brutal que el dolor le llegaba a la boca en forma de náusea, acababa repercutiéndole en todo el cuerpo. Entonces enloquecía y se descargaba un poco con los porrazos, a todo lo que se moviera. Pero nunca se le pasó por la cabeza que la crueldad convertida en fuerza bruta llegara a herir severamente a ninguna de ellas.
-Con la presión que soporto a diario encima tengo problemas con Eva en mi casa. Pues mucho lo voy a sentir pero lo que hay dentro son mis cosas y lo que Eva se haya dejado olvidado seguramente ha sido a mala leche para poder volver y recordarme lo cabrón que he sido y lo mal que me he portado con ella.- Estaba decidido a dejar las cosas de Eva, en el mismo sitio donde ella lo había dejado aunque se tirara años, a no ser que en un impulso lo acabara tirando al contenedor de la basura. No le daba la gana cambiar tan radicalmente de vida como ella le había propuesto para continuar con su relación. Así que una vez hecha esas reflexiones, se dispuso a hacer lo que veinte años atrás empezó haciendo y que a fuerza de repetir una y mil veces ya no era capaz de dejarlo. Se quitó la ropa y se quedó en calzoncillos que es como más cómodo decía que estaba. Se acercó a la cocina y se llenó el vaso con una cerveza helada, llenó un cuenco con algún fruto seco y se encendió la televisión segundos después de haber dejado el vaso espumoso en la mesa y de haber cogido seguidamente el mando, de hacer una ligera presión del dedo gordo y hacerse el milagro. Dejó el cuenco al lado del vaso para poder empezar a degustar el manjar.- Siempre acabo dejando el mismo programa que si no hace los veinte años si por lo menos doce o trece que ponen lo mismo en la misma franja horaria. No me aburre, son noticias que han pasado en España en el día y con suerte, ponen lo de esta mañana a ver si me reconozco. Supongo que le irá bien a la cadena y a mí me viene bien no solo porque el programa me gusta si no porque de alguna manera me centra, me hace sentir seguro. Pero Eva eso y otras muchas cosas no las ha entendido y ha dicho basta y me ha dejado tirado, indefenso e inseguro pero yo no voy a dejar de hacer lo mismo que llevo haciendo más de veinte años porque se haya encaprichado o aburrido o lo que sea que se le pase por su cabeza de chorlito. Ya volverá…Mi mundo me da el equilibrio que necesito para seguir haciendo lo que hago enfrentándome a esa gente que lo único que sabe hacer es concentrarse, organizar líos para que no tengamos más remedio que arremeter contra ellos para que se disuelvan. Pero no aprenden y cada poco insisten y yo estoy harto y lo único que quiero hacer es llegar a casa y descansar viendo la tele. Pero ni eso me dejan ya. A ver si no tarda mucho Eva y me prepara algo de cenar que tengo hambre. No creo que tarde demasiado…

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