SOBRE LA MARCHA: Pis

Se despierta sobresaltada con la vejiga llena, a punto de estallar o esa es la sensación que tiene, pero decide cerrar los ojos y tratar de encontrar el sueño perdido en segundos. Conforme van pasando esos segundos empieza a sentirlo irrecuperable. Pero lo intenta. Pasa un tiempo tal vez exagerado en su cerebro somnoliento y comprueba abriendo un ojo que no ha sido para tanto. O sí. No recuerda bien desde cuando lleva despierta, le parece un siglo pero el reloj no engaña, tan solo treinta minutos desde el desvelo hasta ahora mismo, también desde este mismo segundo lo puede considerar insomnio. Lo cierto es que no le interesa ni la noche, ni el sueño, ni Cristo que lo fundó, solo quiere levantarse y echar el líquido que le oprime. Pero hace demasiado frío como para levantarse. Hace demasiado frío en esa casa sin calefacción, desde que se estropeó la caldera y el técnico recomendó cambiarla. El cabronazo del casero siempre anduvo dando largas pero cuando parecía que se decidía por fin, la primavera se echaba encima y ya no hacía falta, hasta el próximo otoño-invierno que volverían a hablar de lo mismo y así durante cinco largos años. Se apaña con estufas por casi toda la casa pero le sale excesivamente caro y ya se acabó eso de gastarse lo poco que le dan de sus trabajos tan precarios en calentarse, además pasa la mayor parte del día en la biblioteca de la universidad y tan solo va a casa a dormir. No aguanta tanto frío. Ella es de sangre caliente, de sangre andaluza. Piensa, dibujando una sonrisa exagerada en los labios, que si todo el pis se saliera de la vejiga se inundaría el colchón como un río desbordado, como un tsunami. Remolona, se acerca al cuarto de baño dando saltitos cortos como para pisar lo menos posible el suelo helador. Sus pies siempre han estado fríos o por lo menos, que ella recuerde, desde que llegó a estos parajes. Ahora ya solo tiene que levantarse la camiseta larga hasta los tobillos y sentarse a mear, como siempre. Pero esos actos que no se piensan, que se hacen de una manera tan autómata, resultan a veces tan penosos considerando todo lo que tiene que hacer para aliviarse; para aliviarse de lo que sea, psíquica o fisiológicamente. El vello de sus muslos se eriza al contacto con la taza desnuda de tapa y aro. La loza es como sentarse en un bloque de hielo y se dice una y mil veces que esa es otra de las tantas cosas de las que el casero hace oídos sordos desde hace también mucho tiempo. Y recuerda que desde bien pequeña no podía dormir con ninguna prenda que le oprimiera ni un poquito a lo que por supuesto incluía las bragas. Su madre que la obligaba a ponérselas con escusas varias, que si los bichos, que si no había que dejar nada al aire, que si se cerraban todas las puertas y las ventanas de la casa a la hora de dormir para que no entrara nadie sin avisar, que también esas puertas había que cerrarlas por el mismo motivo a lo que la niña hacía gestos de no entender qué tenía que ver las puertas y ventanas de casa con dormir con o sin bragas, por lo que nada más darse la vuelta la madre ella tiraba de bragas hacia abajo y dormía tan a gusto, sin apreturas. Todas las mañanas su madre al despertarla para ir al colegio, no daba crédito al encontrarse con ellas en el suelo. Desde bien pequeña…Es bastante tarde pero conseguirá conciliar el sueño y tiene claro que, si no se la olvida, a una hora que determinará en su momento, dejará de tomar líquido para aguantar de tirón la noche.

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