SOBRE LA MARCHA: El atasco

Me revienta estar parado en un atasco durante un tiempo indeterminado. Haciendo nada. A veces escuchando la radio. Cambiando de emisora por si alguna cuenta lo que está pasando en esta carretera. Ninguna. Cambiando de dial: de música inaudible a noticias inaudibles, de chistosos por obligación a eruditos de cualquiera de los temas que surjan. Apago y pienso en la jornada que queda hasta llegar por la tarde, más bien noche, a casa. Descarto que esto sea una mala premonición del día que me espera. Confío en que la mañana y la tarde no tengan nada que ver con atascos de oficina, atascos de reuniones, atasco de papeles, atracones de comidas de trabajo…Por hoy, aunque solo sea por hoy, el único atasco que sufriré será este, no me apetece ningún otro. Ese pensamiento me anima. Me pregunto, cuando soy consciente del hecho, para qué tengo agarrado el volante con las dos manos si ya hace un buen rato que no nos movemos del sitio. Miro a mi alrededor y la verdad es que se ve un poco de todo, pero la mayoría, sigue con el volante agarrado, como si se fuera a escapar. Del resto prefiero omitir dónde tienen sus manos o más bien sus dedos. Trato de relajarme soltando el volante y dejando caer los brazos. Pero en ese momento el de delante como si se hubiera dado cuenta que había dejado unos centímetros de más con el inmediato anterior avanza y lo deja arrimado en exceso, o lo que yo considero que es excesivo y que no hace falta tanto. Pero esa maniobra me obliga a que yo tenga que hacer lo mismo, sobre todo porque el conductor del coche que me sigue ya está haciendo gestos con la cara y con las manos para que no deje esos centímetros que tan caros son en estos momentos. Será un accidente, aunque espero que algo leve, sin importancia, sin heridos pero lo justo como para taponar toda la carretera. Ya se sabe, en cuanto caen cuatro gotas y se moja un poco el asfalto, se organizan estos pollos. Habrá sido el gilipollas del coche blanco que estaba adelantando a todo el mundo por la izquierda y por la derecha, haciéndose su carrera particular, esquiando en el asfalto hoy lunes a las siete de la mañana. Jodía policía que no está nunca cuando se la necesita, para escarmentar a estos listos y chulos que por tener un buen coche se creen con más derecho que el resto de la población. Y que haciendo gala de su poderío y su descerebro se habrá comido a otro coche nonagenario. Siempre pasa lo mismo. Al final son estos los que provocan la llegada tarde a los trabajos y el absentismo y bajas laborales: cervicales jodidas, brazos rotos, golpes en la cabeza y un largo etcétera. Y estos además serán los jefes, o sus hijos, de alguna de las empresas que meterán algún correctivo al empleado que haya llegado tarde al trabajo por culpa del atasco.

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