SOBRE LA MARCHA: Uf

No te has quitado ni las botas. Tú, que no haces más que entrar en casa y tiras los zapatos al aire sin mirar dónde caen y lo acompañas con un suspiro de alivio y alivias también la vejiga después de cruzar el pasillo corriendo descalza y diciendo ya no puedo más, me meo, me meo, me meo y sin cerrar la puerta del baño se oye un chorro como si se hubiera abierto un grifo y saliera el agua desesperada después de años encerrada dentro de la tubería y fuera una liberación. Esa misma sensación tengo yo cuando llego a casa desesperado por mear. La puerta de la calle ha quedado abierta ya la he cerrado como cada día, pero hoy no he recogido las botas que llevabas puestas y he empezado a poner orden en mi cabeza ante este momento de sobresalto mayúsculo.

Hoy tampoco te has cambiado la ropa y lo primero que haces una vez aliviada cada día al llegar, es ponerte cómoda. Pretendes acaso terminar con tus costumbres, te has aburrido de lo mismo una y otra vez o ha sido solo hoy. Sabes que el rompimiento de una regla por tu parte sin consensuarla conmigo o como estoy cansado de oírselo decir a los políticos, de una manera unilateral, me altera sobre manera. Me da miedo preguntar qué pasa, qué te pasa o qué ha pasado. No sé qué fórmula es la mejor o sencillamente quedarme callado y no darle importancia a esa ruptura de rutina repentina. Hoy ni tus botas altas ni tú vestido ni nada. Te has quedado tal cual, como si te acabaras de vestir para salir por ahí. Como si estuvieras de visita en tu propia casa. Hoy has estado de calle. Prefiero suponer que te sentías demasiado cansada como para tener que desplazarte hasta la habitación y también supongo que a lo mejor al cogerte de la cintura y querer tenerte prisionera tan solo unos segundos, los segundos que duran un beso y un abrazo, tal vez ese cambio de trayectoria hacia mis brazos, ese primer impulso de ir a cambiarte te lo he roto y no te he dejado que lo hicieras. Y del pis no hablo porque supongo que ya lo habrás hecho por ahí. No, hay algo más lo intuyo. Por si acaso pido perdón en el tono más inaudible que sé porque no estoy seguro de mi culpa. Diría que solo moviendo los labios y tragándome las palabras que no siento, pero que mi inseguridad me juega estas malas pasadas. Habré hecho algo sin darme cuenta seguro. No me extrañaría porque todo lo raro, malo, fuera de lugar, distinto, todo lo que resulte o pueda resultar incómodo o gracioso en exceso, es el resultado de un mal funcionamiento de mi cabeza aunque creo saber que lo más definitivo para empezar a descansar es cambiarte y ponerte cómoda. Insisto algo ha pasado o va a pasar aunque no me digas nada, pero estás vestida mirando ahora al suelo y me has pedido por favor que te acerque un vaso de agua y que me siente a tu lado. Quieres hablar conmigo...Uf

Comentarios

  1. Me ha gustado. Es reconfortante encontrar en la mirada de otro la percepción de esas pequeñas cosas, sin importancia, que dicen más de lo estrictamente literal. Pero tú te has dado cuenta y lo dices. Le das la importancia porque somos sentimientos y la razón no puede nada en este caso. Son indicios, señales que nos alteran en lo más íntimo en un sobresalto que anticipa que algo no es como siempre y por ello nos da miedo. Miedo a perder la rutina, a salir de la zona de confort.
    Gracias por fijarte en lo que nos rodea, por aportar tu mirada y desnudar los pensamientos de inseguridad, miedo a perder algo,.....como el protagonista de tu relato.
    Gracias por hurgar en mis sentimientos y hacerlos despertar. Despertar, rebelarse, añorar, temer, disfrutar,.... todo eso es vivir y , por supuesto, leerte es vivir si o si.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario