SOBRE LA MARCHA: La barra (Serie metro)

Te agarraste a la barra perpendicular del vagón de metro. No sé si fue un acto consciente o inconsciente, pero te agarraste como para bailar porque no lo hiciste normalmente, como cualquier viajero normal siendo consciente de que la barra es de muchas manos y no de una sola o peor de un solo cuerpo. Para el que no haya viajado nunca en el metro, por lo menos en el de Madrid es así, supongo que cualquier metro del mundo también, pero por si no lo es, diré que es de esas barras que separan las filas de asientos y que se ponen en medio del pasillo básicamente para obstaculizar el paso, aunque también para agarrarse. Pero tú no lo hiciste. Tú no te agarraste, tú te apoyaste. Apoyaste la espalda a la barra para minutos después pasar tu brazo por encima de tu cabeza y agarrarte a ella y ahí fue cuando me fijé en el contorno de tu cuerpo, en lo abovedado de tu pecho, en la curvatura de tu culo que se movía con el traqueteo del tren. Fue en ese momento y no en ningún otro donde me di cuenta en el poder de la imagen o en el despertar de la imaginación. No quería que cruzaras conmigo la mirada porque seguramente no hubieras sido tan espontánea o te hubieras dado cuenta que algo raro estabas haciendo y hubieras sido más discreta. Solo trataba de mirarte de vez en cuando, como por descuido, cuando intuía que estabas despistada y era cuando me quedaba como anestesiado contemplando tu belleza tan natural o lo que a mi me parecía una belleza natural o animal con una carga sensual imposible de quedarse impasible. Avancé un poco más en mis elucubraciones y supuse que si a mi me había encandilado al resto de las personas que estaban cerca también, pero no, cada cual estaba metido en sus teléfonos móviles y no hacían caso a lo que pasaba a su alrededor. Cuántas cosas nos perdemos por no mirar a las personas. Algún que otro despistado o cansado de la luminosidad del móvil descansaba sus ojos y se quedaba mirando pero con cara de mono, sin otro afán que el de descansar de tanta información en sus redes para volver a incorporarse a eso tan importante que estaba viendo o que estaba hablando por mensajes. Parece que es un lugar de confort para las personas. Cuánto tiempo perdido y cuántas cosas perdidas en esos momentos cada vez más amplios de estar imbuido por ese aparato tan diabólico de hoy en día. Y ella seguía despistada apoyada en la barra mientras que el vagón se movía de un lado al otro como jugando con ese cuerpo, como si le hubiera aprehendido y tuviera la capacidad de jugar con él a voluntad. A veces temblaba y hacía que su cuerpo temblara y se moviera espasmódicamente como si en las vías hubiera pequeños montículos. Otras como si las vías estuvieran retorcidas para dar pequeños bandazos y volver a su posición original. Más parecía una atracción de feria que un transporte público. Tal vez el metro de Madrid había contratado a personas para hacer a los viajeros el trayecto más agradable. Baile singular baile y bailarina o bailarín por el mismo precio. Todo menos hacer que funcione a su hora y sin agobios. Solo estaba actuando, era eso. Un espectáculo organizado para atraer la atención. Terminado el montaje se fue a otra barra más allá y se juntó con uno de los dos chicos que la acompañaban cada uno en el extremo opuesto y ella en la barra de en medio. La gente lo entendió así y escuché aplausos y silbidos de aprobación. Ellos se limitaron a pasar unos folletos con el nombre del espectáculo y yo me quedé callado sumido en mis pensamientos y un poco abochornado por mi poco horizonte. Por mis pensamientos pecaminosos por no entender el arte que me estaban tratando de mostrar y quedarme en lo más simple, en lo sencillo, en lo superficial.

Comentarios