SOBRE LA MARCHA: Los señores de García
A los señores de García se les veía
contentos. Se paseaban por la calle con la cabeza muy alta, exageradamente
alta, como pavoneándose delante de todo perro - gato. Y la gente no lo
entendía. Se dice que fue como de buenas a primeras. Nadie supo jamás el momento
de la transformación. Cualquiera podría pensar que les había tocado el gordo de
la lotería o incluso un buen puesto en la administración del Estado. Pero no
uno cualquiera ganado por oposición no, un puesto de los de verdad, de los que
duran unos pocos años, pero que te hinchas a ganar. Lo que se dice dinero no
tanto como a esos mismos niveles en la privada, o eso se dice, porque la
administración no paga mucho dinero en general en sueldos. A ver, pagar, paga,
pero de otra manera. En fin que la paga mensual no era como para poder ahorrar
y retirarse. Lo que sí se adquiría eran buenos conocimientos, a esos niveles, para
la posteridad. Y llenar esa cartilla de ahorros, de favores pagaderos a años
vista. Es más con un poco de suerte hasta, incluso, se podía uno quedar con el
puesto, para toda la vida. Era casi mejor que andar camuflando esos ahorros en
especies, para que alguien de tu propia cuerda te delatara, por ejemplo.
A los señores de García no parecía habérseles muerto nadie, o que sufrieran de hemorroides o que padecieran forúnculos en el culo o ardores en la boca del estómago. Les sonreía la vida. No cabía ninguna duda. Es más diría que era un hecho constatable a tenor de cómo iba ella de arreglada y de perfumada y haciendo ruido con las pulseras que parecían sonajeros en manos de un bebe como enseñándoselo a todo el mundo. ¿Y él?, que ¿Cómo iba él? Pues mirando con desprecio a todas las personas, que corteses, se les acercaban a saludarles y darles de paso la enhorabuena. Cuánto me alegro amigo, un ascenso fulgurante a lo más alto, eso está bien. Ya se lo decía yo a mi Manolita esta pareja llegará muy alto. Pues con Dios y que lo disfruten con salud. Así unos tras otros sin pausa.
Eran lo suficientemente jóvenes como para tener esa sensación de quedarles todavía mucho futuro, pero no tanto como para no ver el horizonte, su horizonte.
A los señores de García se les recordaba
siempre por lo pavorosos que se les veía al salir de paseo casi diario. Y a
pesar de sus caracteres y de su no querer casi mezclarse surgiendo las
antipatías de las gentes del pueblo, siempre y en cada momento había una flor
en cada una de las sepulturas separadas como de costumbre, por sangre directa
paterna. Así había sido y así iba a seguir siendo por los siglos de los siglos
amén…Lo de la flor nadie quiso comentarlo y nadie, como si hubiera habido un
pacto de silencio preguntó a nadie.
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