SOBRE LA MARCHA: Esto en mis tiempos no pasaba


¿Y qué hacía esa criatura sentada en el bordillo de la acera?. Más menuda que encogida. Estratégicamente preparada para que cualquier coche la pudiera pasar por encima si su conductor fuera un poco despistado en busca del aparcamiento deseado con los primeros síntomas de ansiedad ante la imposibilidad de hacerlo en aquellas calles y que tan solo un milagro fuera capaz de realizar ese imposible. Qué hacía esa insensata criatura entre los coches. Estaba con su cabeza metida entre sus piernas. Se sentó para no desmallarse, se sentó porque no aguantaba más la vejiga ante unas cuantas horas ya de bebida  y bebida y de no poder parar de mover las piernas,no a ritmo de la música y lo único que quería era deshacerse del peso que llevaba, a lo mejor más de lo que pesaba ella misma sin exagerar y solo quería que no se la molestara para que en el momento preciso fuera de las miradas indiscretas y con mucho arte pudiera desplazar con cierto pudor la braguita hacia un lado y liberar a la bestia hecha líquida que la impedía seguir con sus amigos ingiriendo líquido graduado y gaseoso hasta el resto de la noche o de la amanecida. Cualquier cosa menos tener que ver, como cada fin de semana, dar con los huesos a otra o a otro adolescente porque estaba a punto de darse un fuerte golpe contra el suelo y nadie podía  sujetarla en su caída  hacia la cara hecha un cristo y hacia el hospital porque  nadie podía sujetar a nadie. Bastante tenían con no estamparse todos ellos y uno tras otro como fichas de dominó desplomados en posiciones imposibles. Desde la ventana de mi habitación y cada jueves ahora llamado juernes, cada fin de semana empezando por ese día, era la tónica (con mucha ginebra o vodka o lo que tomaran) del descampado que no cobraba vida hasta esos momentos en que desde el primer coche con la música chundera que anunciaba desde lejos la movida nocturna, como invitando a la concentración. En algo me recordaba a mi niñez cuando por megafonía y a la hora de la siesta se recordaba a todo el mundo la asistencia del gran circo instalado en la era pegada a las casas de la colonia de la iglesia como se la conocía. Eso sí en eso no se había cambiado mucho porque las riadas de personas y de coches en cualquiera de los digamos espectáculos llenaban de fieles seguidores de los ritos como si de sectas se trataran. Y no fallaban ninguno de esos días hiciera frío o calor, lloviera o nevara. No quería entrar en hacer juicios de valor ni quiero para no caer en lo típico, pero en mis tiempos esto no pasaba...

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