SOBRE LA MARCHA: María
Estoy en su
pequeño apartamento. Dice un amigo común que lo comparte con una italiana que
ha venido, como ella, a ganarse la vida a Londres y a aprender el idioma
oficial de este mundo. Pero yo creo que el apartamento no da para dos personas.
Haciendo hueco donde no lo hay, o pasando estrecheces, a lo mejor. Nunca se ha
visto a la italiana y es sospechoso, porque ni tan siquiera tiene nombre, o por
lo menos nunca lo ha querido decir. Además, evita descaradamente hablar de ella,
parece que tuvieran un pacto tácito entre María y mi amigo para ocultarla,
porque nunca le ha preguntado el nombre ni, que recuerde, tampoco le había
sugerido nunca que le hablara de ella. María es ante todo imaginativa y
juguetona. Yo la definiría como alocada e infantil, llena de trampas mentirosas
que le gusta creerse. Jugar con las mentiras que inventa, así como hacer partícipe
a la gente que le rodea, es su diversión.
Es toda una profesional del engaño verbal. En definitiva, no supe si era
verdad eso del apartamento compartido como ella decía, o era otro de sus
trucos. Lo que sí es verdad es que siempre se asegura de dejar bien claro que
no vive sola. Y cuando la gente le pregunta dónde y con
quién vive, ella dice que con su amiga italiana. Pero es tan difícil creerla,
como todo lo que cuenta cuando su lengua se suelta y deja fluir con una
verborrea digna de cualquier charlatán ambulante. Cuando su lengua se desata
puede llegar a un estado de excitación máxima y brillar con todo su esplendor.
Es como un manantial que fluye y fluye hasta que se para por ella misma, como
si se secara, como cualquier fuerza de la naturaleza. Cuando deja libre su
imaginación es capaz de inventar las cosas más fantásticas, como si de una
escritora fantástica se tratara en pleno delirio fantástico. Entonces con una
transformación digna de cualquier mago, todo su poder de imaginación, todo su
poder de seducción y todo su poder de atracción, se ponen a su servicio y la
adoran y hace que parezca más perfecta de lo que sin duda es.
Hacía pocos días que conocía a María.
Un amigo común en Madrid cuando supo de mi traslado al puerto de Londres, (por
fin había conseguido el sueño de poder trabajar en cualquiera de los puertos
europeos debido a un concierto entre los países de la unión), me habló de ella
y de lo maravillosa que era. Que íbamos a encajar perfectamente porque nuestro
carácter era, creo que me dijo, atípico y que cuando llegara a Londres y me
estableciera, que la llamara. Que se lo iba a agradecer. No obstante, él hizo
la labor de enlace y presentación preliminar ya que no tuve mucho que añadir
cuando me presenté ante ella le dije quién era. Me echó los brazos por el
cuello me dio un suave beso en los labios y me dijo que lo sabía todo sobre mí.
Esbocé una sonrisa de incredulidad y de fastidio porque me pareció una manera
de burlarse de mí. Que Fingiera estar esperándome con impaciencia y simulando conocerme
de toda la vida, me pareció un disparate fruto a lo mejor de alguien que
llevara algún tiempo allí y que hubiera acabado un poco tocada por eso del mal
tiempo. El recibimiento fue espectacular. Bien es verdad que faltaron los besos
cálidos de sus labios con sabor saladillo de alguna que otra lágrima suelta de
felicidad, pero bastante fue con el beso que recibí. No me puedo quejar. Dónde tendría
mi cabeza y mi sensibilidad en el momento del abrazo. Qué pena no poder fijar
ciertas sensaciones para poder recuperarlas a demanda. Yo sólo sabía que, se
llamaba María que, era tan atípica como yo y que, según mi primera impresión,
era de lo más apasionada. Que íbamos a entendernos perfectamente, según el
amigo que compartíamos y poco más. Cuando se desencajó de mí y pude tener la
posibilidad de verla, se giró rápidamente dándome la espalda y dirigiéndose a
lo que se suponía debía de ser la cocina, me ofreció un té - Es lo típico de
aquí, añadió excusándose, pero si prefieres café te lo hago a nuestro más puro
estilo latino: caliente, amargo, fuerte y escaso. Eso último fue lo único que
me pareció real ese “escaso” como dejándolo caer, como poco tengo o poco me
quiero gastar - Prefiero si no te importa una cerveza. Frenó en seco como si se
hubiera quedado petrificada ante mi petición. - No tengo, tendré que bajar a
por ella. Hizo un ademán exagerado para mirar el reloj y dijo en voz alta. -
María a una after hours. - No salgas por mí, en serio, puedo tomar una taza de
café. Girando bruscamente la cabeza a una gran velocidad de un lado al otro. -
No, cerveza. Si te apetece una cerveza o dos, es una gilipollez que te tomes un
café. - Pero insisto que si tomo un café tampoco pasa nada. - Y si hago la
gracia de bajar en cinco minutos a comprar las cervezas tampoco pasa nada OK? Tu
contento por tomar lo que has pedido y yo encantada de que tú estés contento.
Además, a ver cómo superas este derroche de generosidad por mi parte. Cenita
chic, comidita jet, copita guay. Eso espero de ti…Todo acompañado con grandes
gestos y la chaqueta en la mano dispuesta a ponérsela para salir. Todo era
demasiado rápido. Todo transcurría demasiado deprisa. Parecía a su lado que el
tiempo se iba a acabar y que todo estaba por hacer. Su capacidad de seducción o
su incontinencia verbal te atrapaba desde el primer momento. Pero a la vez
creaba cierto desasosiego. Reconozco que yo necesito pensar. Que no me dejo
seducir por lo primero que se me presenta. A veces mis decisiones son tan
tardías que el momento se pasa. Ella, se equivocara o no, lo deseara o no, lo
que consideraba bueno en ese momento, lo cogía. Su riesgo era mayor pero
curiosamente el número de equivocaciones comparado con Don Sesuto, era menor. Así
era como acabó llamándome. En realidad me llamaba Sesuto a secas el Don lo
ponía cuando quería exagerar. Le explicaba, a la gente que preguntaba de dónde
venía ese nombre tan raro o tan extraño, que era el nombre del jefe de una
tribu en la isla de los delfines en Oceanía y que mi padre, siempre según ella,
gran viajero me lo puso en honor de aquél jefe. La gente agrandaba los ojos incrédula
de lo que oía y se quedaba en suspenso y cuando a renglón seguido decía que en
realidad era un apodo puesto por ella, lo celebraba con cierta algarabía y
sorna y dependiendo del éxito que tuviera daba la explicación con el
beneplácito de la gran audiencia siempre deseosa del escarnio ajeno. No creáis
que es cualquier nombre puesto al azar, sino la combinación de dos palabras que
definen a mi amigo a la perfección: sensato y sesudo. Dependiendo del auditorio
me podía molestar más o menos pero nunca realmente llegó a importarme. Incluso
en algún momento me divirtió a mi también tanto como a ella y al resto. Pero
insisto que el número de equivocaciones que ella cometía con respecto a las
mías eran más o menos las mismas en número. Decía que era demasiado lento y que
viviría menos que ella, si no en tiempo si en experiencias. Sin duda el bagaje
de su vida podría ser de cinco a uno si muriéramos en el mismo momento.
Cuando
me quedé solo medio aturdido, por la vivacidad de María y sus enormes ganas de
agradarme, en el centro de la habitación que hacía de salón y supongo que, a
unas malas, de segundo dormitorio, me di cuenta de que no le había visto bien
que no me había dado tiempo a verla y a saber cómo era físicamente a fijarme
mejor en ella. No sabría definir su cara. Me alarmó la posibilidad de que no
volviera, de que la pasara algo y yo no fuera capaz de identificarla porque no
la había visto. Estoy en su casa, se supone que soy un amigo de ella, y ¿no la
he visto nunca? Es muy poco creíble y por menos a algunos les han enchironado...
Señor inspector es Morena de cara ancha y ojos negros un poco más baja que yo y
lleva unos vaqueros ajustados de un color azulado pero tirando a claros una
chaquetilla corta por la cintura y poco más...y todo esto sin ninguna seguridad
de que ahora entrara me despertara del delirio y apareciera otra persona y me
dijera que era la misma María que hacía un momento acababa de bajar a por mis horribles
cervezas, con el pelo mechado con los ojos claros y con mucha nariz por
ejemplo, la falta de luz, debía de haber hecho el resto. Una bola de plástico
pegada a un vástago negro y este a una chapa también negra pegada al techo con
unos tornillos y una bombilla que se intuía de baja potencia, sumado a las dos
paredes empapeladas como los papeles de los años setenta y las otras dos con el
alivio de una puerta y una ventana el resto de la pared con un tapizado de un
color sucio y que olía a algo especial pero que no lograba identificar, daba un
ambiente de lo más triste, por no decir cutre.
Si supiera la verdad, que lo mismo me hubiera
dado tomarme un café y que lo de la cerveza era por pedirla por última vez en
mi idioma y no en el que iba a tener que hacerlo a partir de ahora. O que la
cerveza era la excusa para eludir el café o el té que lo odiaba desde pequeño.
El olor me parecía desagradable y el té me lo daban cuando estaba enfermo. Si
me dolía la barriga, me daban una taza de manzanilla y lo vomitaba todo y más.
Lo que me había sentado mal y lo que no y entonces me arreaban una taza de té
para que me aliviara y me asentara el estómago y además para que me cortara la
diarrea si es que aparecía. Para mí siempre será una medicina y nunca entenderé
cómo se puede tomar una medicina por placer en un bar o en el desayuno o como
aquí es tradicional a las cinco de la tarde que, por otra parte, comprobaré si
eso es verdad o es uno de los innumerables bulos que corren por la mitad de los
lugares del mundo solo para que la otra mitad se lo crea. En fin, que prefería
la cerveza, que era mi bebida habitual. Pero, que el hecho de haberla hecho
bajar a por ellas, me parecía poco cortés por mi parte y no reaccioné hasta que
se puso algo por encima y salió como una exhalación y con un grito de ahora
vuelvo. Aproveché, para controlar, para cotillear, un poco aquella casa en la
que vivía María y que parecía cuanto menos destartalada…El tiempo dio para
mucho, para estar con ella, para dejar de estarlo, para vivir en su casa, para
vivir en mi propio apartamento, para volverme a casa, para saberlo todo sobre
ella y dejar de saber durante mucho tiempo. Creamos un vínculo de todo, porque
todo lo que quisimos, lo tuvimos. Supimos disfrutar de lo poco que nos permitía
la vida por aquél entonces, tan jóvenes e inexpertos, tan incautos, tan pobres,
tan atrevidos, tan plenos. Estábamos hambrientos de todo, avaros de
experiencias, de vida. No sé dónde está desde hace mucho tiempo, pero sé que nunca
se me olvidará María…
Las relaciones de afecto , los sentimientos , las emociones son las puntadas que nos van cosiendo a la vida . Unas puntadas que cuestan o agradan . Nos moldean y nos hacen más humanos . La fascinación ante lo desconocido ,bien sea una ciudad nueva , o ante personas por descubrir .merecen unas líneas para conectar con esa pericia de vivir y descubrir nuevas emociones
ResponderEliminarEl eterno dilema de vivir el momento , cogerlo y desgastarlo o meditar los hechos antes de arrepentirnos por lo pasado . También siempre pude quedar la eterna duda del no haber hecho lo que deseaba en ese momento y que jamás volverá . El minuto que respirè , senti y se fue no estará otra vez para abrazarlo .
ResponderEliminarEn este relato me ha sorprendido la rapidez
ResponderEliminarCon que el protagonista se ve deslumbrado por María y no conecté con esa psicología ya que se trataba de dos personas que se conocían solo se oídas . Después me he dado cuenta de que podía ser saltos en el tiempo de modo que fueran reflexiones hechas con posterioridad y según se van conociendo los protagonistas