SOBRE LA MARCHA: El regalo
I
Apoyó en el borde
de la mesa del salón, no con demasiado cuidado, lo poco que le quedaba al
cigarrillo para consumirse. No le importaba que la mesa de madera natural
tuviese unos cuantos manchones negros de otros tantos cigarrillos apoyados de
la misma manera y olvidados hasta consumirse. La madera que soportaba todos
esos castigos era muy gruesa y de un color que nueva, era como amielada y que
en el transcurso del tiempo y de las abrasaduras de cigarrillos le habían hecho
ennegrecerse. Había adquirido el aspecto de mueble quemado y solo quedaba el
vestigio de aquel color original, en las patas que soportaban la pesada carga
del tablero. Se podía contar por decenas las picaduras abrasivas que tenía no
quedando ningún hueco limpio de quemazón. Natalia se llevaba las manos a la
cabeza y no podía comprender cuál era el motivo por el que Ramón utilizaba el
canto de la mesa como cenicero de urgencia si la casa estaba plagada de ellos.
Cuál era la razón o el porqué lo hacía sistemáticamente, sabiendo que a ella le
ponía de los nervios, y a pesar de tanto tiempo juntos, lo seguía haciendo.
Ramón entró en la casa con algo más en la mano que con su sempiterno
cigarrillo. Era un regalo para ella. No se había olvidado de su cumpleaños. A
pesar de sus manías recurrentes y malditas decía ella, le quería. Le debía de
querer demasiado porque a veces la superaban. No lo llevaba del todo bien,
aunque trataba de aparentar lo contrario. Haz el favor de dejar el cigarrillo
en un cenicero antes de darme el beso por favor que un día vamos a salir
ardiendo. Ardiendo me tienes a mí le decía Ramón cogiéndola de la cintura y
atrayéndola hacía sí para inmediatamente darla un beso en los labios. Ella sin
querer hacer ningún daño siempre ponía cara de no querer. Hacía algún tiempo
que los besos de Ramón solo le olían todos a tabaco, a ceniza, a cenicero y era
una acto reflejo de rechazo lo que hacía sin querer. A veces Ramón no le daba
importancia e incluso eso le incitaba más a tontearla, a bajar su mano al culo
y apretarla un poco más con la consiguiente queja de Natalia. Anda haz el favor
de apagar ese cigarrillo de una vez Ramón a veces pienso que no tienes
conciencia. Bueno respondía Ramón quieres que lo apague antes de darte mi
regalo o después. Tú eliges pero sabes la memoria que tengo y como vaya a
apagar el cigarrillo antes lo mismo se me olvida dártelo. Anda pesado dámelo a
ver que se te ha ocurrido que te temo más que a un nublado. Y entonces Ramón
con el permiso de Natalia se entregaba en cuerpo y alma al regalo olvidándose
de dicho cigarrillo que se consumía en la mesa como tantos otros. Llegó a decir
a manera de guasa, por si le hacía gracia a Natalia, que la mesa se había hecho
adicta y que necesitaba echarse unas caladas de la toba que le dejaba para que
lo aprovechara. No había manera con él pensó Natalia, pero hoy y ahora no es
plan de enfadarse por la misma cosa de todos los días y además después del
detalle del regalo iba a quedar como muy poco valorado. Le pidió que se lo
pusiera y ella entró en la habitación no tanto por la vergüenza de quedar
desnuda frente a su hombre, sino más bien por pura coquetería. Prefería vérselo
puesto antes de enseñárselo a Ramón. Ella era así. Tenía no obstante mucho,
casi demasiado sentido de la vergüenza y eso era un defecto que siempre la había
limitado para muchas cosas en su vida y la provocaba no sentirse nunca
realmente relajada. Salió con el picardías negro transparente y aunque
procuraba no estar demasiado provocadora, y no hacer demasiadas posturitas y
caminar por el pasillo sin contoneos, el picardías y ella misma eran un todo
que a ramón le provocaban una excitación incontrolada, Aunque ya había entrado
en una edad preocupante según ella misma decía, era una mujer guapa que siempre
se había conservado bien pero sin que hubiera hecho ella nada por estarlo
sencillamente le venía de familia. Ningún mérito se atribuía a ese respecto.
Salió de la habitación una vez que se vio ella agradablemente, incluso
sorprendentemente bien. Cruzó el pasillo rápidamente como para ser vista lo
menos posible y se abalanzó a los brazos de Ramón que trataba en vano de quitar
la nueva mancha negra de la mesa. Joder niña que guapa estás no y que bien te
sienta y que sexy a la vez que la alcanzaba o trincaba como él
decía, con la mano la cintura y la apretaba contra él y buscando su boca para
besarla. Pero déjame que te vea un poco más que apenas ha sido como un visto y
no visto. y ella, sí, ahora me miras lo que quieras pero déjame que te de las
gracias. Me gusta mucho pero tal vez un poco atrevido, insinuó coqueteando.
Pero vamos a ver Natalia si esto te lo voy a ver yo solo. No lo va a ver nadie
más porque entre otras cosas le arrancaría los ojos. No había nada más en la
bolsa o no te ha dado por mirar a ver si estaba el precio, lo digo porque había
otra cosita que completaba el regalo. Pues no me he dado cuenta he notado
papeles sueltos pero me han parecido propaganda…
II
Volvió a la
habitación y apareció con esos papeles en la mano y conforme avanzaba por el
pasillo iba mirándolos y la cara en segundos se le iba transformando en, no
entiendo qué es esto, esto era lo que quería que viera, rareza, sorpresa y por
fin alegría. Una leve sonrisa primero y una amplia sonrisa se le fue agrandando
en su cara. Pero Ramón si son unos billetes de tren. Estás completamente loco
cariño y además en coche cama, la ilusión de mi vida. Ramón te has pasado
mucho. Ahora entiendo el picardías que me has comprado es para que me lo ponga
en el tren no. Pero cuándo nos vamos y adónde. Eran tantas las preguntas que se
agolpaban en su garganta, que no podían esperar respuesta, a si que Ramón tuvo
que pararla con un beso. Cuando la notó más relajada le dijo anda ve a
prepararlo todo que salimos esta noche. Qué salimos esta noche, la noche de hoy
pero te has vuelto rematadamente loco y cómo no me lo has dicho si no he
preparado nada claro que como iba a preparar algo si no sabía nada y tú también
tendrás que preparar tu ropa. Mira me acabas de atacar, ya no sé ni lo que
hago, ni lo que digo. A Ramón le hacía mucha gracia ver a Natalia tan descontrolada
con lo que era de ordenada para sus cosas y para las de Ramón. En sus actos y
en su cabeza era todo orden decía que lo necesitaba para vivir que sin el orden
ella se sentía muy perdida. Avanzó con ella agarrada por el pasillo hasta
llegar a la habitación y la empujó suavemente a la cama con algo de
resistencia. Ramón por favor no seas tonto que ni son horas, ni es el momento.
Pero que no son horas para qué exactamente. Pues para esto no te hagas el tonto
que sabes lo que digo porque sabes lo que estás haciendo. Ya trataba de zafarse
de sus brazos sin demasiado éxito. Ramón insistía pero mujer ahora déjame que
termine de hacerte el tercer regalo es que eran tres y no dos. Anda Ramón haz
el favor que ya te he dicho que no son horas. Esta noche en el tren, que si no
pierdes fuelle. Esas palabras aflojaron los brazos de Ramón que se vio vencido
por la negativa de Natalia y ella al notarse más suelta consiguió zafarse de
él. Hacía días que andaban un poco de morros y ahora tal vez por tanta sorpresa
junta, tanta excitación de todo tipo, no era capaz de concentrarse en la suerte
del amor. Además puede llamar a la puerta cualquiera y no es plan yo no estoy
tranquila y sabes que para estas cosas necesito esa tranquilidad. Mira lo
hablamos esta noche que ahora tengo muchas cosas que preparar. Y se levanta y
se sale a quitarse el camisón negro de raso tan brillante y que le hace muy
gracioso a su cuerpo de ya no tan joven. Ramón desconcertado y con algo de
calentura se enfada y dice en un tono de voz lo suficientemente alto para que
Natalia le oiga. Y de qué quieres que hablemos esta noche si puede saberse. Se
levanta de muy mala gana de la cama y busca y rebusca en los bolsillos de su
chaqueta el paquete de tabaco y se lleva a la comisura de sus labios un cigarrillo
y vuelve a hacer la misma operación pero esta vez buscando el encendedor. Y lo
encuentra en el bolsillo contrario al del paquete de tabaco y enciende el
cigarrillo y exhala un humo que parece no acabar nunca y otra calada larga y
otra aún más fuerte y otra fuerte vaharada de humo denso, que parece que le
envuelve en una nebulosa y le permite tranquilizarse por momentos...
III
Un coche cama un
sueño hecho realidad. La habitación, o el vagón o como se llame está muy
cuidada, hasta el último detalle. Una botella de cava encima de la mesa y este
hombre que me ha sorprendido. Estoy todavía que no me lo creo. Y es que él es
así. En muchas ocasiones, lo confieso, me decía a mí misma, que aunque me
tuviera enfadada tenía que dejarle si él me lo pedía, ya me entienden. Y me lo
pedía siempre, llegué a pensar que eso le ponía a tono y que le gustaba verme
enfadada y luego pedirme relaciones. la verdad es que al principio me ponía
enferma pero le dejaba, le he dejado durante todos estos años y a veces me ha
pesado infinito. Otras veces me convencía que dejándole dormía toda la noche y
me dejaba en paz y esa mañana se levantaba temprano y contento y se iba al
trabajo casi sin despertarme. No fallaba, el momento de ponerse el abrigo y
salir dando un portazo seguida de su voz echando un joder o un me cago en la
puta, por cierto muy frecuentada esta frase en su boca y supongo que solo en su
boca, como de haberse dado cuenta tarde y el portazo es inevitable. Habría que
verle con el abrigo a medio poner, con la cartera en una mano y la bolsa del
almuerzo en la otra, de la cajetilla de tabaco sacándose un cigarrillo presto a
encenderse el segundo de la mañana y el encendedor como haciendo juegos
malabares. En fin, así es inevitable el portazo o que algo salga medianamente
bien. Que porqué lo sé, porque lo sé. No es que me lo esté imaginando, es que
un día ya no tuve más remedio que levantarme y mirar por la mirilla para ver
qué era lo que pasaba en el descansillo ese tiempo de espera del ascensor y
claro es lo que digo es imposible que en esas condiciones algo le pueda salir
bien. Pero él es así. Pero cuando se pone tierno es que no puedo y mira que lo
intento pero es que le veo tan deseoso y me digo que no quiero ser brusca y que
le dejo tan solo una caricia. Pero luego es solo un abrazo y luego un beso y
ahora otro con lengua y su cabezón que se da cuenta y se despereza y claro una
no es de piedra y aunque estemos enfadados pues me convence y es que se me cae
la baba y claro que si se pone a jugar el pezón izquierdo que si ahora el
derecho que si los dos y que ya que estamos pues lo acabamos. Aunque al
principio estuviéramos, he dicho enfadados, pero no era del todo enfadados. Era
casi un pelín cansados y al final siempre merece la pena...Luego tengo dudas si
es bueno dejarle o decirle que no es siempre cuando él lo quiera o cuando él lo
necesite, que a lo mejor yo no estoy de humor o en condiciones. Pero bueno
siempre ha sido así y ahora me resultaría difícil tratar de enmendarle la
plana. A veces me da mucha rabia pero aquí sigo dando vueltas por la salita que
tiene el vagón tan mono, todo tan bien puesto que da cosa sentarse o abrir el
cava, aunque en cuanto lo vea Ramón, lo primero que va a hacer es abrirlo,
veremos a ver como acabamos esta noche, supongo que bien porque no estamos
ni enfadados, ni cansados, si no al contrario…
IV
No le dio tiempo a
Natalia a salir del aseo, tan estrecho pero tan bien aprovechado y con tanto
detalle, con su picardías de estreno, sintiéndose bella para su Ramón y
desapareciendo todo atisbo de esa humildad que mantenía con su propio cuerpo y
que su cabeza no era capaz de asumir, sobre todo desde que cumplió la
cuarentena, cuando notó las manos de Ramón que le cogían de sus muñecas
pinzándolas como si un policía le hubiera puesto unas esposas y las hubiera
cerrado con premura para que no escapara. En décimas de segundo se notó
volteada en aquella cama, boca arriba, perdiendo la noción del espacio y
desgarrada del picardías regalado con el corazón desbocado con Ramón encima. Cuando
terminó de agitarse cayó como extasiado, bufando, al otro lado de la cama
dándole la espalda después de lo que quiso creer que era un ligero beso de
buenas noches dicho entre cortadamente. Supo Natalia que nada podría hacer si
no era dar un portazo a su vida. Nunca dejaría de recordar aquella gota de
sudor brillante que recorrió su pantorrilla cuando era manipulada
desabridamente y que reclamó su atención para no desmayarse con una luz en el
interior de la gota reflejo de la luminaria de la salida de emergencias que había
encima de la puerta y que hasta ahora le había pasado totalmente desapercibida,
cuando la penetraba sin pedir el permiso necesario, sin casi una caricia o un
beso para entrar y en esa gota de su poro se le congeló en su corazón, cuando
fue consciente que no era una noche de amor, que no le había preparado una
noche de amor en un coche cama vía París, sino que era otra más de locura, de
desilusión, de martirio y la dejó sin sentir nada durante todo el recorrido que
Ramón hacia agitando su cuerpo acompasadamente dándose a su propia
satisfacción. Ella como en innumerables ocasiones le dejaba hacer y aunque ese
día tan especial en ese compartimiento del tren que tan sorprendentemente le
había regalado por su cumpleaños no pudo participar, como ella ansiaba, de los
primeros contactos, de las primeros caricias suaves en las zonas que
previamente sabía que Ramón y que intuía que a cualquier hombre le excitarían.
Deseaba, ese día tan especial, haberlo hecho mucho más especial para los dos
pero nunca Ramón había admitido más que los besos de rigor en los sitios de
rigor de su mujer. Algún que otro gesto de cariño pero nunca de amante
cautivador y entregado a su mujer. Eso Ramón lo entendía de otra manera. Su
mala educación no lo concebía. Y ese día de su cumpleaños como cualquier otro
día lo puso una vez más en práctica. Tal vez fue ahí y no en ningún otro
momento cuando Natalia se dio cuenta de la perdida irremediable de Ramón y
comprendió que posiblemente fuera lo mejor para los dos. Fue ahí cuando se dio
cuenta de que Ramón solo había sido un sueño soñado una y mil veces para
convencerse que no se había equivocado en esa elección que se hace a lo largo
de la vida y que puede ser un castigo perpetuo si no se ponía fin cuanto antes
a tamaño disparate. Nunca admitiría de ninguna manera que Natalia le hiciera
prácticas exclusivas que considerara más de profesionales y que en definitiva
para eso estaban y para eso se ganaban la vida y no así su mujer.
V
Quiso
volver a poseerla pero ya sin tanta necesidad. Se levantó del camastro y la
invitó a tomarse la copa de cava que todavía estaba sin abrir encima de una
mesa pequeña cuadrada apostada en la ventana de la estancia. La tocó con la
mano para comprobar la temperatura y la sacó de la cubitera. No le importó a
pesar de lo mojada que estaba y arrugó un poco la cara en señal de
desaprobación ante la temperatura del vidrio. Se entendió por el gesto de ir a
quitar la cápsula y el entramado metálico que abrazaba al corcho, que parecía
que había aguantado el líquido lo suficiente como para ser bebible. Natalia aún
perturbada por el castigo que le había infringido aquél ser que a veces parecía
adorable y otras el mismo demonio y con una amargura en su boca y dolor en el
alma, al ver lo que hacía, entendió y pensó en lo peor. No quería que la
volviera a rozar: no lo aguantaría, prefería que acabara con ella de una puta
vez, que no la confundiera más, que no solo sufría su cuerpo y su mente sino
que le deterioraba el alma que siempre había tratado de proteger como lo más
valioso de su ser. No un alma religioso e imperecedero, sino un alma con
sangre, con cuerpo, con sentimiento, con dolor, con amor. Un amor que ya no
sentía como suyo como si su alma se hubiera ido a otro cuerpo. Y esa
manipulación y esas maneras por supuesto no eran nuevas si no al contrario.
Cuántas veces se había dejado envolver. Ahora piensa en el engaño a la que le
había sometido y se sentía tonta y torpe, se sentía manipulada y sucia...esas
putas formas se decía recriminando su pasividad ante tanta evidencia. Toma una
copa de cava. Y respiró haciendo una pausa ensayada. Y no quiero un no como
respuesta, dijo Ramón en un tono casi festivo. Sabes que no me gusta el cava.
He dicho que no admito un no como respuesta. Anda no seas tonta e inténtalo,
hazlo por mí. Le tendió la copa casi llena a la vez que el tren hacia un
movimiento en zig zag muy suave pero lo suficiente como para que se derramara
un poco de líquido en su mano que le llenó de ira y no pudo contenerse. Y con
mucho desdén, una vez que Natalia había aceptado echar un sorbo, se la arrebató
y de un trago desapareció el líquido sobrante, que era casi todo, en su boca,
en su garganta, en su sangre. Volvió a llenar la copa de Natalia hasta arriba e
hizo el mismo gesto de desdén y su boca se volvió a llenar, y su garganta, y su
sangre y la copa ahora vacía se llenó una tercera vez y una cuarta y una
quinta, hasta que en la botella no hubo nada más que el recuerdo de alguna
burbuja...
Quiso
escapar pero no pudo, o no sabía cómo, era grande el temor, demasiado miedo,
demasiado terror. No sabía, tal vez le había dejado hacer durante tanto tiempo
que había perdido la noción. Mi culpa se recriminaba, es todo culpa mía y se
preguntaba cómo podía ser posible, que no le viera ahora de la misma manera a
como le había visto siempre. Tanto había cambiado o había sido así siempre y no
lo había visto. Tal vez ¿El tren? ¿El hastío? ¿La desesperación? ¿Tal vez la
última y definitiva desilusión? ¿Qué podía hacer?
VI
Se levantó
de la cama con parsimonia. Se puso los zapatos de tacón y se acercó a él. Ramón
seguía sus movimientos con cierta curiosidad. Tenía un poco nublada la vista
después de haber ingerido prácticamente la botella de cava. En una elevación
rápida de su pierna, Natalia sorpresivamente, le puso el tacón afilado en el pecho
desnudo. Y le dijo con una voz seca. Como te muevas, te voy a hincar el tacón.
Él, atónito, no lograba entender qué era lo que estaba pasando. No sabía qué
responder y solo hizo un gesto de cabeza afirmativo. Es todo lo que se le
ocurrió. Sintió como su pecho cedía a la presión del afilado tacón. Emitió un
grito agudo, casi en el mismo tono que lo hacía Natalia cuando él le hacía daño
y le cubrió un manto negro de temor hasta ahora desconocido para él. Trató de
incorporarse pese a la presión que ejercía, pero notó que sus fuerzas le
fallaban y que su voluntad, la falta de ella, le dejaba postrado casi clavado
en aquel asiento tan estrecho e incómodo. Acertó a pensar como para alejarse de
la realidad, que aquello no era ni asiento ni nada y en ese mismo momento
sintió todo el dolor concentrado en su cuerpo. No sabía cuánto tiempo llevaba
allí mal sentado o entre sentado y tumbado. A tenor de lo que le dolían los
huesos debería de ser bastante...Miró a su mujer y no le pareció Natalia, su
Natalia, a quien siempre había amado a su manera y que ahora no era la misma,
se había transformado en una de esas mujeres que en algún momento él había
idolatrado tras verlas en las películas, tan admiradas por todos, tan
enérgicas, tan duras y dulces, con un carácter que las hacia ser seres
superiores y con unos cuerpos que no había hombre que se las cruzara por
aquellas avenidas tan grandes en Nueva York, o Chicago, o San Francisco y que
no se volviera. Y a él, le atraían tanto ese tipo de mujer y tantas veces había
fantaseado con ellas...Pero era Natalia, su Natalia, la que le estaba haciendo
daño en el pecho. La que se estaba portando como una mujer de esas películas. A
la que veía con los ojos inyectados en sangre y con una rabia que no llegaba a
entender. El cava, pensó, el cava me ha sentado como un tiro. Pidió suplicante
con un hilo de aire, que le dejara de pisar, que le iba acabar haciendo daño y
que le dejara levantarse. Fue en ese momento cuando escuchó un ruido raro como
si cediera algo en su cuerpo y segundos después dejó de sentir. Le subió un
regusto de sangre a la boca y entendió que Natalia, su Natalia, había pisado
con más fuerza su pecho y notó como ese tacón entraba en su carne
desgarrándola. No le dolió solo se dejó llevar y notó cómo sus órganos, cada uno
de ellos, iba dejando de funcionar. Los párpados no los podía cerrar. No le
respondía nada. Le inundó el silencio...Natalia se descalzó el zapato hundido
dejándolo de muestra para que cuando vinieran, no le hicieran demasiadas
preguntas. Pero eso sería mañana, cuando amaneciera, mientras tanto necesitaba
dormir, tan solo dormir un poco más tranquila.
Un inesperado desenlace tan inverosímil como lo es la vida misma en muchos momentos . Una reacción salvaje , irracional que pone al hombre a la altura , o incluso , en inferior condición con respecto a los animales .
ResponderEliminarUn arranque de Natalia feroz y desmedido para superar la opresión a la que es sometida . Lo malo es que devolver la misma moneda no es la solución .
Otra pregunta ¿ Quiénes somos ? ¿Somos lo que aparentamos o hay algún "yo" interior que también forma parte de nuestro carácter ? ¿Elegimos ser quien queremos o somos lo que podemos ?
Has conseguido hacer saltar a los personajes y al lector con ellos .Has conmovido las entrañas y nos has retorcido las entrañas mientras avanzábamos en esta barbarie . Esta vez tú también nos has mostrado otra cara cara y otra manera más cruda , más inesperada y dura . Bravo por emocionarnos de mil maneras para hacernos sentir , en este caso , la dureza de lo que nos rodea y no queremos ver . En el mundo hay muchas "Cavernas " que visitar según diría Saramago ......supongo .
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