SOBRE LA MARCHA: Me empiezan a doler las piernas...

Atrapado entre el mundo real y la fantasía. Esperando que la vida se vaya apagando poco a poco, paso mis días con sus noches dentro de mí mismo, cada vez más ajeno al mundo. Me siento como si estuviera encerrado en una matrioska de esas que venden ahora en cualquier tienda de regalos, regalos convertidos en objetos sin personalidad, comprada en la plaza mayor de Madrid. Qué decir de ese toro negro con las pezuñas blancas pintadas y con una bailaora vestida de faralaes pegada a su grupa, expuestos en cualquier tienda de la plaza roja de Moscú: digo yo que será para que cualquier turista español enajenado lo compre. A eso, es a lo que yo llamo, pérdida de carácter de las cosas. Y el ser la última figura sacada de las tripas de la Matrioska, que es así como me siento yo, es a lo que no me adapto ni creo que me adapte nunca.

Vegeto dentro de las grandes paredes de un edificio horroroso, dentro de las paredes de lo que dicen es mi habitación. Pero ellos no entienden que por mucho que me lo repitan yo no lo creo. Es más lo rechazo. Mi habitación tiene otro color y otros olores, esto huele a desinfectante que tira para atrás y el color es horrible e indescriptible. Además en mi habitación siempre ha habido solo una cama, eso sí, bien grande y aquí hay dos camastros, por cierto uno de ellos, hasta hace bien poco, ocupado por Paco...A veces me da por soñar que estoy en la mía y tengo que tener cuidado para no caerme. Bueno y así sucesivamente...no quiero amargarme. Es una residencia de tránsito, como dicen los cuidadores, coño pues como todas o es que hay alguna de las que se salga sin sacar los pies por delante. Y así un día tras otro, más que viviendo, reviviendo el pasado. Tratando de recordar día a día mi paso por este mundo impostor. Todo hecho o todo casi hecho, queda solo el acto final, la resolución del problema, la apoteosis, la debacle, que espero que no se demore demasiado.

Me canso tanto, que me quedo dormido en cualquier parte, como si tuviera sueño y en el duermevela me brotan con tanta alegría los malos recuerdos que me sobresalto y busco entre la gente que me rodea alguno que me libere y que me consuele un poco de mis propias pesadillas. La tortura de la mente es inagotable y demoledora. Otras veces me acerco a la biblioteca del centro y releo alguno de los libros que tienen, que seguro que he leído pero que no recuerdo bien. Están demasiado revueltos, colocados de cualquier manera, sin orden ni concierto: nunca me ha importado releer buenas obras pero no la tienen al día se nota la desgana con la que trabajan. No se pone cuidado ni en eso ni en nada. Me empiezan a doler las piernas voy a darme una vuelta para estirarlas...

Comentarios