SOBRE LA MARCHA: Un día cualquiera

Onésimo salió de su casa aparentemente tranquilo. Parecía un día cualquiera de oficina, café con los compañeros, unas cuantas risas, otras cuantas riñas, alguna insolencia de algún recién ascendido y, cómo no, alguna humillación incongruente del jefe. En tantos años de mismo trabajo, en tantos años de sentarse en la misma silla y utilizando los mismos o al menos parecidos artículos de oficina nunca había sentido la amargura de la pérdida de tiempo. Cuántos años era los que tenía, cuántos eran los que le quedaban por delante y cuántos para el dorado jubileo. Cuántos de ellos los había perdido abandonado a la desidia….cuando salió de casa parecía un día normal pero algo dentro de sí había cambiado. No iba a permitir más el insulto, la humillación, los malos humores y los malos tratos del jefe. Que no hubiera culminado con su mujer, las noches que a las mañanas siguientes venía con ganas de organizar algún tinglado con cualquiera que se le pusiera por delante sin motivos aparentes o buscándole tres pies al gato, eso para él se había acabado. Su dignidad como persona y como trabajador había colmado el vaso de los años aguantados y no pensaba volver a consentir los desplantes, las iras desproporcionadas sin motivos aparentes. Es más, ni aunque tuviera razones y se llenara de ellas, nada justificaba los malos modos solo por el hecho de estar por arriba en el escalafón laboral y seguramente social. Eso sí esperaba no equivocarse y saltar como siempre le había pasado a contratiempo en el peor momento posible. De ese día aparentemente tranquilo como si fuera un día cualquiera de los muchos que habían pasado iguales no iba a pasar. Acercándose ya a su puesto de trabajo decidió que ya se le ocurriría algo más adelante en su futuro tan desalentador…tampoco era cuestión de comerse la vida de un bocado cuando había tenido tanta paciencia durante tantos años…

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