SOBRE LA MARCHA: Delibes

Murió dejándose por el camino muchos años vividos y una obra extensa. Murió viejo y enfermo como debe de morir uno. Murió lleno de palabras, lleno de frases, plena su cabeza de imágenes, de historias castellanas. Hojas de un libro no escrito, páginas pasadas llenas y páginas futuras no escritas por los siglos de los siglos. Trazando el camino a los futuros para que sean ellos los que sigan tintando hojas. Se cansó de escribir y decidió partir para descansar como tantos otros. Se cansó de ser y de estar. Y provocó que se lo llevara cualquier cosa, una enfermedad, el olvido de respirar, el cansancio propio y ajeno. Se lo llevó una palabra entrecortada, un artículo mal articulado, un adverbio equívoco, un sustantivo esquivo, un adjetivo contradictorio, una exclamación o tal vez un gerundio con poca enjundia. O se dejó llevar o acompañar por los ladridos de los perros a la caza de una pieza, persiguiendo señoritos hasta colgarlos de un árbol, engatusando a politicastros para que engatusen a los demás, o persiguiendo hasta agotar a los más creyentes. O tal vez todo ello a la vez. Se lo llevó la vida ayer mismo, pero sus personajes, sus contundentes personajes se quedarán para siempre entre los vivos, para todos, para los nacidos y para los nonatos y durante generaciones leerán cinco horas con Mario o los santos inocentes o el hereje y así parte de su obra si no toda. Ya no habrá más Delibes. La vida dejó que se lo llevara la muerte. Como siempre pasa.

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